El nudo y el
río
Tuve un nudo
en el pecho.
No era un
nudo de hilo,
era de agua
contenida.
Una represa
de silencios,
años
retenidos entre costillas,
palabras que
nunca dije
por miedo a
que dolieran más al salir.
Entonces
lloví.
Sin aviso,
sin consuelo,
lloví como
si mi alma
fuera un
cielo cansado de retener tanto.
Lloré hasta
confundirme con el río,
hasta que ya
no supe
si el agua
era mía
o si era yo
la que corría dentro de ella.
Y entendí
que el dolor
no se cura
con fuerza,
sino con
permiso.
Porque a
veces sanar
es dejar que
se desborde todo,
para que el
corazón, por fin,
pueda volver a respirar.
Liliana.
Porque todavía
te extraño.
