“Creo que parte de mi amor a la vida
se lo debo a mi amor a los libros.”
Adolfo Bioy Casares.
Muchas
veces como docentes tenemos dolores de cabeza a causa de nuestros estudiantes,
quisiéramos que ellos pudieran valorar el conocimiento, pero pocos entienden
esto, cuando algunos de ellos se destacan, sientes gran satisfacción. En este año escolar me sucedieron dos
experiencias maravillosas, dando Castellano y Literatura en 4to y 5to año, tuve
que seleccionar algunas obras, en 4to año en el primer lapso una de éstas fue “La
Ilíada” y en 5to año en el segundo lapso escogí “Venezuela Heroica” de Eduardo
Blanco. En el primer lapso, una de mis
estudiantes llamada Ángeles me sorprendió al pedirle a su madre que le comprara
la obra completa de “La Ilíada”, vi que ésta cautivó su atención, no olvidaré
la obra teatral que todos hicieron representando a cada uno de los personajes,
pero creo que sentí una extraordinaria satisfacción al saber que mi alumna
había decidido comprar la obra y leerla por completo, pocos estudiantes por no
decir ninguno toma esta iniciativa, y el que ella lo haya hecho me deja un
enorme orgullo.
Por otro
lado, un joven de 5to año llamado Edwin, me sorprendió una mañana cuando me
dijo: “Profesora Liliana, mire lo que conseguí, ya lo pude comprar”, cuando
sacó de su bolso, vi un tesoro, el libro de “Venezuela Heroica”, él desea ser
militar, es un joven como pocos, que cree en su país y aún a pesar de nuestros
males, cree en el sueño de poder ser alguien que deje una huella positiva como
muchos de nuestros hombres y mujeres que lucharon y están en las páginas de
nuestra historia, no sucede mucho que estudiantes puedan dejarme asombrada,
creo que ellos dos han sobrepasado mis expectativas, ellos dos no se conformaron con lo visto en clase, ni con los textos seleccionados de las obras, quisieron leer la obra completa por sí mismos, si tan sólo dos de mis
estudiantes creen fielmente que pueden ser agentes de cambio positivo para esta
nación, no en vano habré desempeñado mi carrera docente.
A veces es
sencillo llenarse de pesimismo, de lo que habla la gente por las redes, en las
calles, de lo que uno mismo ve y que uno desearía cambiar, pocos asumimos
nuestra parte, otros con cobardía sólo saben quejarse, pero cuando somos
capaces de contagiar a los demás con el amor profundo por la literatura, por la
vida, por el amor, por el sentimiento de sentirte venezolano, por la alegría,
es entonces cuando ves estos milagros como yo los he podido ver en mi aula de
clase. Bendiga Dios a nuestra juventud,
que si bien es cierto que en su gran mayoría hay una carencia de valores,
también cierto que otros están desde ya marcando la diferencia del “montón”.
Liliana Lizcano.
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