A todas aquellas y aquellos que creen en el verdadero amor aunque se hayan encontrado con sapos o ranas en su camino, a los que creen que Dios, el Rey, tiene para sus vidas a una persona que les ame, les honre y les respete y quiera construir un hogar en la Roca; Cristo. Para los que ESPERAN fielmente a la promesa, no del hombre perfecto o la mujer perfecta, porque príncipe no es el hombre perfecto sino que es un hombre con temor de Dios en su corazón capaz de tratar a una mujer como lo que es: una Princesa. Y princesa no es la mujer perfecta, sino aquella que se respeta así misma y trata también al hombre con respeto, creyendo que Dios es fiel a su palabra. Con todo mi amor, espero les guste, Liliana.
El Sapo y la Princesa
Esta es la historia de una pequeña princesa,
que por salir del palacio
quiso perseguir estrellas,
y con su vana ilusión de cuentos de hadas,
salió del castillo sin decir una palabra,
llegando al bosque de pronto algo vio,
era un enorme charco y allí se acercó,
vio muchos sapos horrendos y feos,
pero tanto era su gran anhelo
que empezó a buscar con esmero,
sus zapatitos hermosos el barro cubrió,
y al más enorme sapo ella agarró,
como en los cuentos que leía un beso le dio,
pero el sapo siguió siendo sapo y allí lo dejó,
siguió buscando en el pantano,
sin entender la razón,
que los sapos son sólo sapos,
y no encontraría su gran amor,
los príncipes no viven pantanos,
y tampoco huelen a marranos,
pero aquella princesa agotada y frustrada
se sentó por fin a la orilla de esa charca,
y un sapo comenzó a hablarle
de cómo había sido príncipe en la tierra de Gales,
ella contenta pensó: "¡Lo encontré!"
pero pobrecita la niña ¡si supiera quién es él!
un simple, pobre, y estúpido sapo,
el muy ingenuo ya se creía Rey,
era un don nadie, un bueno para nada,
un mero don Juan que de su arte hacia gala,
un sapo con suspicacia
que ante las princesas hallaba gracia,
sus hermosas palabras eran canciones,
y así conseguía muchos corazones,
entonces aquella princesa no buscó dirección,
no busco a su Padre que emitiera su opinión,
pensó que el sapo hablaba la puritica verdad,
pero para su desgracia eran cuentos nada más.
Aquella joven princesa del sapo se enamoró,
pasaron los días,
los meses,
los años,
y el sapo en nada cambió,
ella se preguntaba, cuándo terminaría el hechizo,
cuándo dejaría de ser sapo y así poder vivir su idilio,
pobrecita la princesa,
no sabía de mentiras,
no tuvo prudencia, le faltó sabiduría.
Pero de pronto en el palacio algo sucedió,
el Rey tomó su cetro y por su princesa preguntó,
todos buscaron en el palacio,
y nadie la halló,
el Rey con desespero a su hija buscó,
"¿Dónde estás mi niña?
¿Dónde estás mi amor?
¿Dónde estás pequeña?
Contesta que ¡SOY YO!"
La princesa al oír los gritos,
a su padre reconoció,
el Rey llegó a aquel charco,
y la escena miró,
"¿Qué haces acá princesa?
y este sapo ¿de dónde salió?”.
El sapo muy asustado un solo brinco pegó,
el Rey con una mano se agachó y lo agarró,
"Yo sé muy bien quién eres
pequeño sin vergüenza y bribón,
enamoras princesas
sin medir consecuencias"
dijo el Rey muy enojado
y a la princesa regañó:
"¿No te he dicho hija mía que yo sé que es lo mejor?
Yo sé distinguir un príncipe,
un hombre de honor,
un sapo nada puede ofrecer,
a menos que abras su boca y moscas quieras comer,
pero un príncipe, un caballero...un hombre ejemplar,
tiene los pantalones bien puestos y con las mujeres nunca jugará,
ven de nuevo al palacio,
al lugar que perteneces,
deja a este pobre sapo tener otra suerte,
tú eres princesa y un príncipe mereces,
deja a un lado el sapo que haga lo que le venga en gana,
su destino es pasarlo al lado de una rana.
AUTORA: Liliana Lizcano.
(Derechos reservados. El plagio es un delito, nada cuesta promocionar al autor que lees. Estos escritos están registrados en el SAPI – Venezuela)
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