Había un niño que molestaba a todos en el recreo. No faltaba un bravucón en la escuela. Este muchachito tenía por costumbre quitarle a muchos sus meriendas. A mí no porque cuando yo iba a comer y lo veía, me escondía entre los carros de los profesores pero a mi pobre amigo Ricardo, siempre le quitaba su merienda. Le robaba la arepa y su jugo o refresco. Un día lo vi llorando me dijo:
- ¡Tengo hambre Lili! Ese niño siempre roba mi comida.
Me senté allí en la jardinera y compartimos mi desayuno. Pero él seguía llorando. Con un llanto cortado. Yo le dije:
- Ya no llores amiguito, lloras muy feo, como un carro cuando no termina de arrancar.
Y él se empezó a reír. Pasó el niño bravucón y le dijo:
- Mañana quiero una arepa y una Pepsi. ¡Lo traes o te golpeo!.
Ricardo temblaba. Le dije que no tuviera miedo. Y que le llevaríamos su desayuno.
Compramos una Chinotto (un refresco que es como la Seven up) agarramos un envase de Pepsi vacío, mezclamos la Chinotto con salsa de Soya. Se veía como una Pepsi normal.
Al día siguiente en el salón, el niño ni siquiera espero a que saliéramos de clases. Agarró el bolso de Ricardo y sacó la arepa y la 'Pepsi'.
Ricardo y yo veíamos desde nuestros pupitres como se comía la arepa y ya cuando estaba atragantado abrió nuestra creación.
La Pepsi que habíamos hecho. Pero entró un profesor y lo regañó por comer en clase. Quitándole la Pepsi. Allí vimos nuestro plan fracasar. Sin embargo, el profesor salió y el niño de inmediato fue al escritorio y se llevó la Pepsi.
- ¡Tengo mucha sed!.
Exclamó.
Y con ganas, bebió. La reacción fue inmediata escupió eso. Dijo:
- ¡Este refresco está salado!.
Y se fue al baño a vomitar.
Lo lambucio se le quitó ese día. No volvió a agarrarle a nadie del salón la merienda.
Lili.
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