A cada
venezolano y venezolana que día a día
se sube a
un autobús y vive toda una odisea.
La
Odisea del venezolano
Que
trágica experiencia la del venezolano,
que
al llegar un nuevo día tiene que ser osado
lanzándose
a un autobús medio escachalandrado,
va
pegando la carrera, saltando de lao y lao,
alcanza
su meta que es estar montado,
ni
siquiera estás adentro cuando sin mucho hablar
¡te
van cobrando el pasaje así no te puedas agarrar!
¡un
poquito para atrás por favor!
grita
amargado el pobre colector
no
han pasado cinco minutos cuando te tienes que arrimar
y no
falta un ocioso que te lo quiera restregar.
Yendo
todos como sardinas en lata
no
falta uno que se la pase de rata,
metiendo
la mano y sin decoro
nunca
falta uno que sea choro,
no
obstante pela el ojo el que va leyendo la revista
y se
escucha desde el fondo: "¡Un carterista!"
es
muy tarde, ya se bajó
pegando
la carrera aquel hampón.
luego
que todos insultan al chofer,
no
hay nada que lamentar, nada que hacer.
“¡En
la parada señor!”
sigue
de largo sin prestar atención,
lleno
de molestia e indignación
el
pasajero piensa de nuevo en la petición
pega
el grito una vez más:
“¿Me
vas a llevar a tu casa? ¡Déjame aquí!”
todos
de la exclamación empiezan a reír
sin
nada que reclamar, sin nada que decir,
algunos
optan por callar,
otros
por maldecir,
mira
muy enojado por el retrovisor
y
pega aquel frenazo pa que se vaya de sopetón,
“¡Si
quieres te vas en taxi!”- le grita el colector,
y sin
palabras que mediar te calas el abusador.
De
pronto un tropezón,
un
codazo y un jalón,
te
hacen acomodarte hacia atrás,
y
mucho cuidado con pestañear,
porque
en un autobús todo puede pasar,
se
monta el que pide y el que vende
"agarre
el paquete que no pica ni muerde"
y el
otro sólo pide real,
porque
a un amigo lo van a enterrar,
o
está el otro que por enfermedad
a una
clínica no tiene accesibilidad
y no
le queda otra que mendigar.
Pero
si usted quiere entretenimiento
eso
va a tener en su asiento,
pues
nunca falta el que contesta el celular
no se
queda en un mero saludar,
sino
que entre cuento y cuento te vas a enterar
un
culebrón difícil de explicar,
también
están los viejos que de reojo miran
a la
señora que va sentada con el escote,
sus
cuellos bastante estiran
para
verle los cocos
dándoles
tortícolis en los cogotes,
por
estar de ociosos y de coyotes.
Al
fin llegas a tu destino
te
tienes que bajar
mucho
cuidadito cuando vayas a pisar,
porque
no te has bajado cuando ya están arrancando
y se
quedan con el vuelto que no te habían dado.
Y así
termina la odisea del venezolano,
diciendo
al bajar: "si estoy salao".
Autora: Liliana A. Lizcano.
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