“Cuando las manos se mueven, la belleza de la Lengua de Signos sólo explota”.
(Carrie McDaniel)
La reunión de los sonidos
En un mundo de sonidos hizo acto de presencia el silencio, todos los sonidos existentes en el mundo, no se percataron de este callado amigo. Silencio no tenía oídos, así que no podía entender mucho de lo que se decía en esa reunión de sonidos, sin embargo, él tenía grandes ojos, Silencio miraba cada escena mientras paseaba entre la multitud.
Observó el sonido del amor, el cual se movía entre las personas con palabras de “te amo”, “te quiero”, “estoy aquí para ti”, pero Silencio no escuchaba nada, hasta que esas palabras se hicieron acompañar por un beso, un abrazo y una mano en el hombro, así fue como entendió el sonido del amor.
De pronto alguien refunfuñando le tropezó, era el sonido de la ira, gritando y maldiciendo, Silencio encogió sus hombros, preguntándose que estaría diciendo Ira, le vio unirse a otro sonido de mal aspecto, el sonido del odio, y entre ambos gritaron a muchas personas, Silencio no pudo escuchar la magnitud de la crueldad de aquellas palabras pero si vio el resultado de estos sonidos en las personas, vio a alguien que las recibió y lloró amargamente, otra persona se suicidó, otro aparentemente no le afectó pero el sonido de la amargura anidó en su corazón y dicha persona no se permitió amar con la misma intensidad.
Así pues, Silencio comprendió que los sonidos que generaban a Ira, y a Odio, podían causar estragos en los corazones humanos.
Siguió caminando y decidió sentarse a observar a otros sonidos, pasó entonces una joven con su familia llevando bolsas de comida y a su encuentro llegaron muchos perros de la calle, quienes se alimentaron contentos moviendo sus colas y en esas sencilla escenas, estaba el sonido de la bondad, la amistad, y el agradecimiento, entre ladridos, risas, saludos de los niños a los animales, Silencio comprendió que estos sonidos estaban en total armonía aunque no pudiera oírlos.
Aún estaba viendo esto cuando Silencio sintió una mano en su hombro, era un caballero y le habló a Silencio, pero él no podía oír, trató de descifrar que decían sus labios pero no pudo, así que el hombre le hizo una señal con la mano para que lo siguiera, Silencio fue con él, y juntos empezaron a cargar cajas y a entregarlas a las personas necesitadas de alimento y vestido, aquel hombre era muy discreto a la hora de dar, por eso busco a Silencio quien le guardaría su secreto, porque el sonido de la generosidad se acompaña siempre del sonido de la discreción, Cuando se da, se debe hacer en silencio, sin esperar nunca nada, sólo el bienestar de quien recibe la bondad del otro corazón que abre el suyo para dar.
Estaba ya avanzada la tarde, Silencio abrazo a su amigo y se despidió contento de haberle ayudado, se sentó un momento más sobre el césped de un parque, vio a la gente pasar, una joven, de grandes y hermosos ojos azules, se sentó a su lado, viendo ella que Silencio no escuchaba, ni hablaba, le enseñó el lenguaje de señas, después de largas horas, Silencio habló por primera vez con sus manos, diciendo las palabras más hermosas que un ser humano pueda dar o recibir:
“Gracias por tu tiempo conmigo”.
La reunión de los sonidos
En un mundo de sonidos hizo acto de presencia el silencio, todos los sonidos existentes en el mundo, no se percataron de este callado amigo. Silencio no tenía oídos, así que no podía entender mucho de lo que se decía en esa reunión de sonidos, sin embargo, él tenía grandes ojos, Silencio miraba cada escena mientras paseaba entre la multitud.
Observó el sonido del amor, el cual se movía entre las personas con palabras de “te amo”, “te quiero”, “estoy aquí para ti”, pero Silencio no escuchaba nada, hasta que esas palabras se hicieron acompañar por un beso, un abrazo y una mano en el hombro, así fue como entendió el sonido del amor.
De pronto alguien refunfuñando le tropezó, era el sonido de la ira, gritando y maldiciendo, Silencio encogió sus hombros, preguntándose que estaría diciendo Ira, le vio unirse a otro sonido de mal aspecto, el sonido del odio, y entre ambos gritaron a muchas personas, Silencio no pudo escuchar la magnitud de la crueldad de aquellas palabras pero si vio el resultado de estos sonidos en las personas, vio a alguien que las recibió y lloró amargamente, otra persona se suicidó, otro aparentemente no le afectó pero el sonido de la amargura anidó en su corazón y dicha persona no se permitió amar con la misma intensidad.
Así pues, Silencio comprendió que los sonidos que generaban a Ira, y a Odio, podían causar estragos en los corazones humanos.
Siguió caminando y decidió sentarse a observar a otros sonidos, pasó entonces una joven con su familia llevando bolsas de comida y a su encuentro llegaron muchos perros de la calle, quienes se alimentaron contentos moviendo sus colas y en esas sencilla escenas, estaba el sonido de la bondad, la amistad, y el agradecimiento, entre ladridos, risas, saludos de los niños a los animales, Silencio comprendió que estos sonidos estaban en total armonía aunque no pudiera oírlos.
Aún estaba viendo esto cuando Silencio sintió una mano en su hombro, era un caballero y le habló a Silencio, pero él no podía oír, trató de descifrar que decían sus labios pero no pudo, así que el hombre le hizo una señal con la mano para que lo siguiera, Silencio fue con él, y juntos empezaron a cargar cajas y a entregarlas a las personas necesitadas de alimento y vestido, aquel hombre era muy discreto a la hora de dar, por eso busco a Silencio quien le guardaría su secreto, porque el sonido de la generosidad se acompaña siempre del sonido de la discreción, Cuando se da, se debe hacer en silencio, sin esperar nunca nada, sólo el bienestar de quien recibe la bondad del otro corazón que abre el suyo para dar.
Estaba ya avanzada la tarde, Silencio abrazo a su amigo y se despidió contento de haberle ayudado, se sentó un momento más sobre el césped de un parque, vio a la gente pasar, una joven, de grandes y hermosos ojos azules, se sentó a su lado, viendo ella que Silencio no escuchaba, ni hablaba, le enseñó el lenguaje de señas, después de largas horas, Silencio habló por primera vez con sus manos, diciendo las palabras más hermosas que un ser humano pueda dar o recibir:
“Gracias por tu tiempo conmigo”.
Aquellas palabras contenían un mensaje de amor, de agradecimiento, porque el amor es tiempo, es dar, es estar.
Fin.
Lili.
(Este cuento fue tomado de mi e-book: Regalos para el alma)
Esta hermoso tu cuento Liliana! Dios te siga usando y siendo de bendición a otros
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