La casita de Don Juan
Hace algún tiempo atrás, había un grupo de niños que solían hacer travesuras, tocar los timbres de las casas y salir corriendo, manejar bicicleta y subir a árboles de mango. En el vecindario, estaba una casita, de color amarilla, allí vivía un anciano, llamado Juan, Don Juan había visto a esos chicos crecer y los saludaba siempre. Un día los vio discutir y les dijo:
- Los amigos no se pelean y si se pelean se llegan a acuerdos, la única manera en que se rompe una amistad es que la herida sea muy profunda y ya no puedas sanarla.
- ¿Cómo es eso Don Juan?, yo no empujé a propósito a Arturo, se hizo ese rasguño, ¡sin yo querer que le pasara eso!
Exclamó Ricardo preocupado.
- Déjame ver.
Dijo el anciano, agarrando el brazo de Arturo que sangraba un poco, y los hizo pasar adentro de su casa, mientras que buscaba con qué curarlo. Pecas, la más entrometida y curiosa fue a dar un vistazo al jardín, que estaba lleno de muchas plantas y había un gato que corrió hacía ella para buscar juego.
Mientras el anciano limpiaba la herida del niño, continuó hablando:
- Yo me refería a otro tipo de heridas, hay heridas que no cierran una vez que se abren, cuando se deja colar la desconfianza o la hipocresía, cuando alguien dice que nos quiere pero nos trata mal, cuando todos nos atacan y quienes dicen ser nuestros amigos nos abandonan, allí es cuando se abren heridas profundas en la amistad.
- ¿Y usted tiene amigos?
- Bueno...mis amigos han ido muriendo con el paso del tiempo, ya no me quedan amigos...sólo Pancho.
Dijo el anciano señalando al gato que estaba jugando con la niña Pecas.
- ¡Y ahora a nosotros!
Gritó Pecas desde el jardín, quien había escuchado todo.
- ¿Cómo dices niña?
Preguntó el anciano.
- ¡QUE AHORA NOS TIENE A NOSOTROS!, ¡QUE SOMOS SUS AMIGOS!
Dijo Pequitas.
Y así fue, los niños iban a visitarlo, a presentarle perritos o gaticos que rescataban de la calle, y Don Juan les daba galletas o alguna golosina, hasta que un día ocurrió algo extraño, los niños llamaron a la puerta:
- ¿Quién es?
Preguntó el anciano.
- ¡Somos nosotros!
Respondieron a una misma voz.
El anciano se asomó por su ventana y miró a los niños, éstos sonreían, la Pecas ya hasta se saboreaba preguntándose qué les iba a regalar Don Juan de merienda, como era medio lambucia, bueno, el viejito les dice por la ventana:
- ¿Qué quieren niños?
- ¡Venimos a visitarlo!
El anciano se mostró como extrañado, con la mirada algo perdida, y dijo:
- Bueno.
Los niños pasaron a la casa del viejito como era costumbre y saludaron a Pancho y el anciano dijo:
- ¡Qué raro!, Pancho nunca se va con extraños. ¿Y viven por acá?
- Ay Don Juan, usted sabe dónde vivimos.
Dijo Arturo.
El anciano seguía con una mirada extraña, y levantando una de sus cejas le dijo a los tres:
- ¿Cómo se llaman?
- Él es Ricardo, él es Arturo y yo...
- ¡Tú eres Margarita!
Interrumpió el anciano a la niña y se puso a llorar y la abrazó.
- Noooo. ¡Yo no soy Margarita!
En seguida la soltó. Estaba asustado, y les pidió que se fueran.
Los niños se fueron ese día muy tristes, no entendían por qué Don Juan actuaba así.
Al día siguiente volvieron a ir, la pequeña Pecas pasó con su bicicleta y lo saludó porque él estaba afuera de su casita, pero él no la saludó. Pecas triste se bajó de la bicicleta y le dijo:
- ¿Sabe una cosa Don Juan?
- ¿Qué pasó mija?
- Hay heridas que son profundas, usted dijo que hay heridas que ya no cierran y usted ya no quiere ser amigo de nosotros.
Dijo la niña mientras se le salían las lágrimas.
- Niña, pero ¡yo no te conozco!
- ¡Y yo tampoco ya no lo conozco a usted! Ah, y ya le conseguimos casa a Marcela, la gata, ¡Chao!
Y agarró la bicicleta y se fue pedaleando furiosa.
Al tocar el timbre de la casa de uno de sus amiguitos, la mamá del niño le preguntó por qué lloraba, y Pequitas le contó cómo Don Juan había cambiado con ellos. La señora, sentó a los niños y les explicó lo que es el Alzheimer, ellos desconocían que existiera esa enfermedad, la señora al percatarse de eso, llamaron a la única hija que tenía Don Juan, la señora Margarita, ella le había suplicado a su papá irse con ella en muchas ocasiones pero él se negaba a dejar la casita amarilla en donde hizo su vida. Cuentan que Don Juan murió rodeado de sus nietos, pero sin reconocer a nadie. A Pancho también se lo llevaron a USA y murió dos días después que murió Don Juan.
FIN.
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