jueves, 18 de junio de 2020

Aquel café que no fue


Cobarde es el nombre de aquel café que no fue,
cobarde es el nombre de tu distancia,
cobarde fue tu actuar y tu arrogancia,
cobarde es tu nombre al ver todas las circunstancias.

Si, ya lo sé, aquel café que no fue no es más que tu característica indecisión en la agonizante vida que siempre repites una y otra vez.

Liliana Lizcano.

miércoles, 17 de junio de 2020

Por ustedes


Por ustedes volvería a caminar kilómetros sin parar,
por ustedes lucharía sin descansar,
por ustedes no miraría hacia atrás,
porque todo lo deje para enseñarles que todo es pasajero,
que hay que continuar.
Por ustedes cada día aprendí a ser mejor mujer,
por ustedes no tengo ya miedo, no habrá nada que temer,
cuando eres madre hay fuerza y valor,
es un poder inexplicable, un don del Creador,
sientes que todo lo entregas, no hay nada para reservar,
de un vientre hay vida, pasión y la fuerza de un huracán,
yo no me rindo, por ustedes estoy aún de pie,
si me llego a ir antes quiero que sepan que siempre luché.

Con amor, mamá.

A David y a Leandro, los dos amores de mi vida.

martes, 16 de junio de 2020

Abrir los ojos


Parece que fue ayer cuando mis lágrimas caían,
parece que fue ayer cuando creía tus mentiras,
contigo aprendí a volar en el cielo de las ilusiones,
por ti aprendí también a descubrir la traición y las decepciones.
¡Qué tonta puede ser una mujer enamorada!
¡Qué torpe se llega a ser cuando tienes alas!
Ahora que piso el suelo de los mortales,
que ya no espero por ti y que las cosas no son iguales,
sonrío ante la vida que no tiene ya tu nombre,
entiendo ya que la mujer puede ser feliz sin un hombre,
que no hay un príncipe azul, tampoco un sapo que se convierta en él, que hay amores que crees hermosos pero que dejan de ser, que tal vez fueron un sueño y que como los sueños se van con rapidez, que sólo lo bello perdura y lo perdiste por tu insensatez.
¡Qué bien hace abrir los ojos y despertar!
darte cuenta que todo fue vana ilusión nada más,
que probablemente jamás conoceré los brazos de un verdadero amor, que sólo fueron palabras que quedaron en un adiós.

Liliana Lizcano.

lunes, 15 de junio de 2020

La casita de Don Juan




La casita de Don Juan

   Hace algún tiempo atrás, había un grupo de niños que solían hacer travesuras, tocar los timbres de las casas y salir corriendo,  manejar bicicleta y subir a árboles de mango.  En el vecindario, estaba una casita, de color amarilla, allí vivía un anciano, llamado Juan, Don Juan había visto a esos chicos crecer y los saludaba siempre.  Un día los vio discutir y les dijo:

- Los amigos no se pelean y si se pelean se llegan a acuerdos, la única manera en que se rompe una amistad es que la herida sea muy profunda y ya no puedas sanarla.

- ¿Cómo es eso Don Juan?, yo no empujé a propósito a Arturo, se hizo ese rasguño, ¡sin yo querer que le pasara eso!
Exclamó Ricardo preocupado.

- Déjame ver.
Dijo el anciano, agarrando el brazo de Arturo que sangraba un poco, y los hizo pasar adentro de su casa, mientras que buscaba con qué curarlo. Pecas, la más entrometida y curiosa fue a dar un vistazo al jardín, que estaba lleno de muchas plantas y había un gato que corrió hacía ella para buscar juego.



   Mientras el anciano limpiaba la herida del niño, continuó hablando:

- Yo me refería a otro tipo de heridas, hay heridas que no cierran una vez que se abren, cuando se deja colar la desconfianza o la hipocresía, cuando alguien dice que nos quiere pero nos trata mal, cuando todos nos atacan y quienes dicen ser nuestros amigos nos abandonan, allí es cuando se abren heridas profundas en la amistad.

- ¿Y usted tiene amigos?

- Bueno...mis amigos han ido muriendo con el paso del tiempo, ya no me quedan amigos...sólo Pancho.
Dijo el anciano señalando al gato que estaba jugando con la niña Pecas.

- ¡Y ahora a nosotros!
Gritó Pecas desde el jardín, quien había escuchado todo.

- ¿Cómo dices niña?
Preguntó el anciano.

- ¡QUE AHORA NOS TIENE A NOSOTROS!, ¡QUE SOMOS SUS AMIGOS!
Dijo Pequitas. 

   Y así fue, los niños iban a visitarlo, a presentarle perritos o gaticos que rescataban de la calle, y Don Juan les daba galletas o alguna golosina, hasta que un día ocurrió algo extraño, los niños llamaron a la puerta:

- ¿Quién es?
Preguntó el anciano.

- ¡Somos nosotros!
Respondieron a una misma voz.

   El anciano se asomó por su ventana y miró a los niños, éstos sonreían, la Pecas ya hasta se saboreaba preguntándose qué les iba a regalar Don Juan de merienda, como era medio lambucia, bueno, el viejito les dice por la ventana:

- ¿Qué quieren niños?

- ¡Venimos a visitarlo!

   El anciano se mostró como extrañado, con la mirada algo perdida, y dijo:

- Bueno.

   Los niños pasaron a la casa del viejito como era costumbre y saludaron a Pancho y el anciano dijo:

- ¡Qué raro!, Pancho nunca se va con extraños. ¿Y viven por acá?

- Ay Don Juan, usted sabe dónde vivimos.
Dijo Arturo.

   El anciano seguía con una mirada extraña, y levantando una de sus cejas le dijo a los tres:

- ¿Cómo se llaman?

- Él es Ricardo, él es Arturo y yo...

- ¡Tú eres Margarita!
Interrumpió el anciano a la niña y se puso a llorar y la abrazó.

- Noooo. ¡Yo no soy Margarita!

   En seguida la soltó. Estaba asustado, y les pidió que se fueran.

   Los niños se fueron ese día muy tristes, no entendían por qué Don Juan actuaba así.

   Al día siguiente volvieron a ir, la pequeña Pecas pasó con su bicicleta y lo saludó porque él estaba afuera de su casita, pero él no la saludó.  Pecas triste se bajó de la bicicleta y le dijo:

- ¿Sabe una cosa Don Juan?

- ¿Qué pasó mija?

- Hay heridas que son profundas, usted dijo que hay heridas que ya no cierran y usted ya no quiere ser amigo de nosotros.
Dijo la niña mientras se le salían las lágrimas.

- Niña, pero ¡yo no te conozco!

- ¡Y yo tampoco ya no lo conozco a usted! Ah, y ya le conseguimos casa a Marcela, la gata, ¡Chao!
Y agarró la bicicleta y se fue pedaleando furiosa.

   Al tocar el timbre de la casa de uno de sus amiguitos, la mamá del niño le preguntó por qué lloraba, y Pequitas le contó cómo Don Juan había cambiado con ellos.  La señora, sentó a los niños y les explicó lo que es el Alzheimer, ellos desconocían que existiera esa enfermedad, la señora al percatarse de eso, llamaron a la única hija que tenía Don Juan, la señora Margarita, ella le había suplicado a su papá irse con ella en muchas ocasiones pero él se negaba a dejar la casita amarilla en donde hizo su vida. Cuentan que Don Juan murió rodeado de sus nietos, pero sin reconocer a nadie.  A Pancho también se lo llevaron a USA y murió dos días después que murió Don Juan.

FIN.


-

El último suspiro



   Había una vez un árbol, que veía a lo lejos el mar, soñaba con convertirse en una barca y nadar en el Océano Pacífico, pero no fue así, lo utilizaron para hacer papel.  Se convirtió en el lienzo de un niño de preescolar. También logró llevar las letras de los sentimientos de una mujer que escribió muchas cartas a su familia, hasta que quedó una última hoja de ese cuaderno hecho de aquel árbol, uno de los niños hizo un barco de papel y lo llevó a la playa, lo dejó ir en las olas que iban y venían en la orilla. Navegó unos pocos metros, entonces la última hoja de aquel árbol fue el suspiro de un sueño hecho realidad que navegó y se hundió en el mar.

Fin.

Liliana Lizcano.
 

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