No era un sábado cualquiera, era un día importante para ella, aquella mujer se había esforzado en varios trabajos, a veces debía aguardar por la paga cada final de mes, eso la ponía un poco tensa.
Ese sábado muy temprano se fue a llevar los desayunos que le habían encargado, iba pensativa, deseando completar el dinero que le faltaba para comprar su nueva cocina, pues la que tenía de dos hornillas sólo tenía una hornilla buena, además tenía que estar pidiendo prestado el horno a su vecina. Hizo más comida de la acostumbrada con la fe de vender todo y lograr la meta. Al terminarse todo empezó a contar las monedas de 5, 2 y un sol. Contó todo y se alegró. Ella completaría el dinero con dos billetes que tenía guardados. Se fue al local de electrodomésticos y escogió su cocinita. Económica, pequeña pero era lo que ella necesitaba.
Hizo la cola como todos y en el momento que llegó a la caja y empezó a contar las monedas con el cajero que atendía, una señora que iba atrás de ella le gritó:
- ¡Cuenta rápido estúpida!
- ¿Es conmigo eso?
- Si, vienes a comprar y traes todas esas monedas, estamos apurados.
- Si pero no tiene por qué insultar. Respete.
- Respeta tú que estás en mi país, llevas rato allí contando monedas. Viene uno a comprar y tiene uno que encontrarse con ustedes estorbando. Andamos apurados, ustedes los venecos son tan molestos.
- Ah señora, si es por eso, no hay problema tome mi puesto, yo tomo el suyo, pase usted primero entonces a la caja.
En ese punto la joven mujer no quería pelear con nadie, después de todo era mucha su alegría de poder comprar la cocina que tanto necesitaba, además había comprendido desde hace tiempo que muchas personas andan por la vida soltando por sus labios odio, resentimiento propio de situaciones ajenas a uno, que no hay que tomarse nada de manera personal, pues cada quien da de la abundancia de su propio corazón, tal vez por alguna razón eso debía suceder, algo debía aprender, tenía quizás que ejercitar más su dominio propio al no alterarse con el mal humor de aquella señora, o simplemente debía retardarse un poco más en la compra porque algo malo podía suceder en el camino de vuelta a su residencia, todo, absolutamente todo tiene una razón de ser, si nos enfocamos en las enseñanzas o en el crecimiento que podemos adquirir incluso de las situaciones más desagradables entonces el transitar de nuestra vida no sería tan difícil, pero generalmente ponemos resistencia o nos dejamos llevar por situaciones donde las emociones nos dominan y explotamos en ira, no era para menos el asumir una actitud negativa frente a esa señora tan desagradable, después de todo la mujer también había tenido un día agotador, pero pensó: "Esto también me ayudará para bien".
Así que la señora pasó adelante, prepotente, sacó su tarjeta de crédito y pagó su computadora. Seguía murmurando cosas:
- Acá tiene joven, tarjeta de crédito, coloque a (x) plazos por pagar.
Menos mal ya voy a salir de aquí, esta gente me da una cólera.
Seguía ahora el turno de la joven mujer, la señora hizo su compra y por alguna razón estaba esperando cerca de allí con sus cajas, quizás esperando a que su esposo viniera a ayudarla. Entonces el cajero imprimió la factura de la joven mujer extranjera:
- Señorita, acaba usted de sacar la factura ganadora, puede llevarse una impresora, ¡Felicitaciones!
La muchacha gritó de emoción y sorpresa. Y aunque aún no tenía su lapto soñada, sabía que quizás era un mensaje de amor que pronto podría lograr reunir el dinero para comprarse también su computadora. La señora que antes la había apurado para que saliera de la caja pronto por pagar con monedas (Cuando se venden arepas y empanadas te pagan con monedas y ella había completado el dinero para su cocina así) se molestó y reclamó:
- ¿Cómo es eso que ella se gana una impresora con la factura?
- Señora, a la señorita le tocó el número de cliente ganador.
- Pero ese premio me correspondía a mí. Además yo compré una computadora, ella una cocina. Ese premio era para mí.
- Eso habría ocurrido si usted se hubiese quedado en su puesto en la fila, recuerde que usted intercambió el puesto manifestando estar apurada.
- ¡Eso es injusto!, esa impresora es mía, no es de ella.
- Señora, no, la factura ganadora es la de la señorita, ya pagó la cocina y se lleva el premio, lo siento. Debió quedarse en su puesto para que su factura saliera premiada con el número. Fue usted la que empezó a renegar, a insultar y pedir ser atendida de inmediato.
La mujer mucho más enojada empezó a reclamar y se fue al gerente de la tienda a colocar el reclamo.
El hecho es que ahora no sólo esa mujer venezolana se llevaba su cocina sino un premio extra, a la paciencia, al no explotar en ira, al entender que TODAS LAS COSAS A LOS QUE AMAMOS A DIOS nos ayudan para bien.
Ah casi lo olvidaba, comparto las fotos, mi nueva cocina. Gracias por acompañarme y leerme con una sonrisa.
Liliana Lizcano.
¡Gracias Padre Santo por tu provisión y cuidados en medio de las dificultades!