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viernes, 15 de enero de 2021

El oso en la balsa

 


El oso en la balsa


- ¿A dónde emigra señor oso?

- Trato de buscar un lugar de reposo, un lugar que sea hermoso, en el que no me sienta amenazado y nervioso.

- Pero ¿por qué subió a una balsa? ¿Por qué no se fue a pie?, ¿Sabe usted nadar bien?

- Pues nadar no sé mucho y tengo miedo, pero junto a esta maleta que llevo, están también mis sueños, dicen que pasando el mar, podré trabajar, buscar mi miel y así poderme alimentar.

   Así fueron hablando el hombre y el oso, contando anécdotas, él era muy gracioso, las olas y el mar empezó a crujir, y aquellos tripulantes llegaron a su fin.  La balsa la tormenta no pudo resistir, y saltando al mar, no pudieron vivir, se hundieron en las aguas y con ellos los sueños, de aquellos inmigrantes que anhelaban un mejor tiempo.  

   Quizás este relato te parezca triste e irreal, pero en el mar mueren muchos queriendo escapar, todo se debe a que ha brillado el mal, por la indiferencia de muchos pudo reinar.

Fin.

Escrito por:  Liliana Lizcano.

jueves, 14 de enero de 2021

La zorra y las aves

 


La zorra y las aves


    Había una vez una zorra en un bosque, que se la pasaba con sus amigos jugando póquer,
las aves del cielo eran sus amigas, pero yo creo más bien que eran sus enemigas,
la llenaron de halagos, de regalos y cariño, así la zorra pensó que eran sus amigos.

   La zorra confiaba que todos esos halagos eran verdad, pero ninguna de las aves le daba sincera amistad.  Por un lado mostraban quererla, pero le llenaban el oído de cuentos de guerra.

- El oso estaba hablando mal de ti. 

- La ardilla te mira y comienza a reír.

- La tortuga dice que eres de mal vivir.

- El conejo ha dicho que hueles a aserrín.

   Y así le llegaban a la zorra siempre con sus cuentos, poco a poco, le llenaron el corazón de mucho veneno, la zorra que antes era amable y muy risueña, le cerró a muchas amistades su puerta.

   Confió en esas aves que decían ser sus amigas, pero que en el fondo le tenían mucha envidia, la separaron de las verdaderas amistades, que llegó a tener, desconfiando día a día de los que le hicieron bien, creyó en el chisme sin antes meditar, que quien te habla mal de otro, de ti también lo hará, el oso, la ardilla, la tortuga y el conejo, no se pelearon con la zorra, sino que le dieron tiempo al tiempo y a su compañía jamás volvieron, para que ella misma viera, y algún día entrara en razón, que los amigos verdaderos no pelean en ninguna situación, arreglan sus diferencias hablando y sin oír chismes, porque las amistades verdaderas permanecen siempre firmes.

   Así fue como la zorra andaba luego con aves de rapiña, creyendo que al igual que ellas podía volar, de chisme en chisme, de critica en critica, perdió su esencia, nunca más fue ella misma.

Colorín colorado este cuento ha terminado.

Escrito por Liliana Lizcano.

miércoles, 13 de enero de 2021

Andrea y Pancho


Pancho


    Andrea era una niña que deseaba tener un perrito, en nuestro grupo siempre estábamos recogiendo animalitos en la calle abandonados, nos preguntó si teníamos algún perrito, pero en ese momento sólo teníamos a un gatico, sin embargo, le dijimos de una señora que estaba regalando perritos, ya que su perrita había dado a luz a cuatro cachorritos.  A ella se le dibujó una enorme sonrisa en su rostro, fue con su mamá contenta a buscar un perrito, su madre estuvo de acuerdo, sin considerar lo que implicaba tener a un cachorro.  Sólo instruyó a la niña diciéndole:  Debes alimentarlo, y limpiar sus necesidades fisiológicas con un periódico y lo botas en una bolsa.  

   Nuestra pequeña amiga estaba feliz, ya no quería jugar con nosotros, sólo con su pequeño cachorrito, Pancho era muy juguetón y se convirtió en su inseparable amigo.  Ella lo enseñó a hacer sus necesidades en un periódico y cumplía al pie de la letra lo que la mamá de ella le había pedido, pero lamentablemente un día Pancho hizo algo que a la madre le enojó muchísimo.  El perrito hizo un desastre con la basura, la madre molesta le pegó al perro y le dijo:  Tu perro debe irse.  Y sin escuchar el llanto de la niña, se lo regaló a otra familia.  

   Andrea dejó de comer, tampoco quería bajar a jugar con nosotros, ella entendía que su madre ya no lo quisiera más, y ella le convenció diciéndole:  En esa casa tiene espacio para correr, acá lo que hacía era destrozar las cosas.  Así que espero con muchas ansias volver a ver a su amigo cuando su madre la llevara, para su sorpresa el pobre perrito no vivió mucho tiempo, murió, no hubo explicación alguna, los primos de Andrea le dijeron que el perro dejó de comer, que de un momento a otro se murió enfermo sin saber qué le había pasado.  Ya anteriormente he escuchado que perritos mueren así, que dejan de comer y mueren de tristeza luego de un abandono.  La verdad es que me pareció muy triste esta historia que se repite constantemente en muchos hogares, donde padres le permiten a sus hijos tener mascotas pero luego deciden deshacerse de éstas.  Sé que mi amiga Andrea no se recuperó nunca de es, perdonó a su mamá pero eso la marcó, y lo sé porque hablando con ella me dijo:  "Nunca había comprendido cómo mi mamá fue tan cruel y pudo deshacerse fácilmente de mi mascota, lo comprendí hasta que años más tardes hizo otras cosas muy crueles que me hicieron ver su lado más oscuro como persona, ya la perdoné, pero esa herida de infancia la llevo conmigo, nunca superé la pérdida de Pancho".

Fin.

Escrito por:  Liliana Lizcano,



 

martes, 5 de enero de 2021

El cocinero

El cocinero


   Al llegar a su cocina observó que todo estaba impecable, todo en orden, extremadamente limpio, pero algo capturó su atención, una gran telaraña en el techo, ¿Cómo podía estar todo tan limpio y esa gran telaraña en el techo?, fue y agarró una escoba para quitarla pero el cocinero la detuvo sin mediar palabra, sólo con un gesto sencillo de "No, déjala allí", sonrío y abrió la nevera y le mostró los ingredientes de la preparación del día más su receta especial.  Juntos empezaron a preparar las cosas.  Ella de vez en cuando veía al techo a la araña que seguía en su tejido, dándole algunos retoques.  De pronto tres moscas entraron a la cocina atraídas por el olor de la comida, ella trataba de espantarlas, la fastidiaban a veces, algo que la irritaba, cada vez se desesperaban más por los olores y volaban por toda la cocina.  Al rato notó que las tres moscas dejaron de fastidiarla, que ya no la incomodaban, habían caído en la red de la telaraña.  El cocinero le sonrió, su voz estruendosa se escuchó en todo el restaurante y ella también rio.

   A veces hay cosas que llegan a nuestras vidas, queremos que se alejen, o no sabemos como sacarlas de nuestra vida, de pronto aparece algo tan molesto como una araña con su telaraña, nos molestamos con la araña, sin darnos cuenta que probablemente esa situación o persona, sea el canal que Dios coloca para sacar a las "moscas" de tu vida y así puedas realizar sin problemas algunos proyectos en los que encuentras tropiezo por esas moscas que te incomodan tanto en tu andar.  La próxima vez no te enojes, Dios tiene el control de cada detalle, incluyendo el de las telarañas que parecieran no tener un propósito, guarda la calma y deja que caiga en la red todo aquello que estorbe y sigue trabajando en pro de tus metas y sueños.  

   Y colorín colorado, este cuento ha acabado.


        Escrito por:  Liliana Lizcano.


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viernes, 1 de enero de 2021

Los ladrillos de Daniel

 



Los ladrillos de Daniel


   Hace mucho tiempo, en un pueblo de los Andes, había una familia que tenía tres hijos, el mayor Darío, el segundo Damián, y el tercero, Daniel.  Los tres niños tenían sueños, Darío soñaba con poder ser constructor de puentes, Damián soñaba con construir edificios, y Daniel soñaba con hacer casitas, esto no era más que la motivación de ver a su padre trabajar como albañil, quien con mucho esfuerzo sólo pudo pagarle estudios a Darío, enviándolo a la capital del país.  Damián y Darío tendrían que conformarse con terminar a duras penas la secundaria y trabajar desde muy temprana edad con él para apoyarle ya que cada vez estaba menos fuerte para desempeñar algunos trabajos.

   Darío logró su sueño de convertirse en un buen ingeniero, construyó algunas cosas de mucha importancia para la capital, mientras que Damián lamentablemente enfermó y murió, trayendo un enorme pena y dolor a sus padres, y el pequeño Daniel era un albañil, pero no cualquier albañil, Daniel destinaba un 30% de sus ganancias a llevar ladrillos y cemento para arreglar algunas casitas de las personas del pueblo, esto lo hacía en silencio con sus propios ingresos cada mes. 

   Un día su hermano Darío visitó a sus ancianos padres, para dejarles un cheque, Daniel le pidió ayuda para un proyecto en el pueblito, a lo que su hermano dijo:  "A mí me pagan por mi tiempo, mi tiempo vale oro".  Daniel suspiró y viendo a su hermano dar media vuelta le dijo: ¡Buen viaje!

   Daniel, sentía que ese sueño no podría realizarlo solo, pero en un sueño Dios le habló y le prometió apoyarlo.  Así fue, tres personas del pueblo creyeron en su sueño y en ese pequeño proyecto para restaurar algunas casitas de gente muy pobre y embellecer el parque del pequeño pueblo.  Llevó cada ladrillo, uno a uno los había reunido con mucho esfuerzo y dinero de su bolsillo. Tal vez su nombre no salió en los periódicos, quizás no está en el parque que él restauró para los niños, tampoco quedó escrito en las casas de aquellos ancianos, no hubo filmación alguna para resaltar lo que hizo, pero estoy segura que en el libro de los hechos cada obra (buena o mala) estará ante los ojos del Creador y sonreirá con todo lo que un humilde albañil pudo hacer.

   Y colorín colorado, esta historia ha acabado.


Liliana Lizcano.









lunes, 3 de agosto de 2020

No se puede devolver el tiempo




  Ella era una mujer que no sólo era hermosa por fuera, también lo era por dentro, de sus seis hermanas, ella era la más bella, Meli, de piel blanca, cabello castaño claro, liso y largo, su esbelta figura hacia que todos voltearan al verla, maravillados quedaban con su forma de expresarse, siempre dispuesta a ayudar a todos, con una fe enorme en el corazón y siempre creyendo en lo mejor de todos.  Su padre había sido un alcohólico, y su madre las había sacado adelante con mucho esfuerzo, pero lamentablemente nada es perfecto, y la señora quería vivir a través de la hijas lo que ella no pudo vivir, a Meli en particular le decía noche y día que debía conseguir un hombre de buena condición económica para casarse, que ya tenía edad de ir "viendo" con quién casarse.

   Meli ya estaba enamorada, le gustaba mucho un joven de su misma congregación, ella era la única cristiana de su familia, aquel joven (de quién no recuerdo su nombre, pero sé que ella una vez me lo mencionó al relatarme esta historia que me pidió contara a otras jóvenes), era un joven muy trabajador, su familia era pobre, pero había aprendido de su papá el oficio de la zapatería, hacía zapatos y también los arreglaba.  Cuando Meli le mencionó a su mamá que este joven quería salir con ella, la madre le contestó molesta:

- ¿Cómo se le ocurre?, ¿El hijo del zapatero? otro pobre, nunca saldrás de la pobreza, deberías aprovechar tu belleza, tu juventud y buscar a un hombre con mejor posición social.  No vas a salir con él.

   Meli que de todas las hermanas era la más sumisa, y bastante obediente, decidió no salir con el joven y no se permitió tener un noviazgo con él, siendo éste un joven bueno, que compartía su misma fe y muy trabajador.   

   Con el tiempo, Meli veía que todas las jóvenes se casaban, pero ella no y empezó a preocuparse que como le decía la madre "Le hubiese dejado el tren".  En esas ocasiones en las que ella trabajaba de voluntaria, llegó a aquella iglesia un muchacho menor que ella, un vago, drogadito sin haber cursado estudios de bachillerato, y el joven puso los ojos en Meli, se "propuso" cambiar, "meterse" a la religión y mostrarle que podía luchar por su amor, ciertamente el joven empezó a tener cambios, culminó el bachillerato y eso alegró a Meli, ella le ayudó a buscar empleo y si, el muchacho consiguió "quien lo rescatara", ella se sentía feliz, ya que él era muy astuto, le escribía poemas, cartas, esos detalles que Meli jamás había recibido de nadie.  Todas las jóvenes de la iglesia se preguntaban cómo una joven como ella iba a fijarse en un muchacho como Oscar, la verdad no hacían pareja.  Mejor le hubiese sido a la madre de Meli dejarla tener amores con el zapatero, pues Oscar se metía a escondidas a la casa de noche, y hasta golpes le ofreció a la mamá de ella.  Un total patán, pero ella estaba perdidamente "enamorada".


   El tiempo pasó y si, Meli se fue con ese hombre, sin casarse, viviendo una vida infeliz, porque todo el barrio supo que el hombre la maltrataba, sus dos hijas incluso estaban ya adiestradas por el padre para que acusaran a la mamá si Meli hablaba con alguien, si ella hablaba mal de él con su familia, sus hijas se habían convertido en sus enemigas desde pequeñitas.  Bueno, un día Meli llorando ante tanto maltrato, recordó a aquel zapatero que un día se había fijado en ella, y decidió buscarlo, ella sabía en dónde él tenía su zapatería.  Fue al centro de la ciudad y él se sorprendió al verla, sonrió, y ella a él también.

- ¡Meli! ¿Cómo está? ¡Cuánto tiempo ha pasado!

  Ella conversó con él por largo rato, no sé qué tanto habrán conversado, pero si sé que le respondió él a ella, le dijo estas palabras:

- Meli, lamento mucho lo que has estado pasando, me da mucha pena contigo, pero es bastante tarde para que me busques, yo hice mi vida, tengo una maravillosa esposa y dos preciosas hijas, no soy millonario, pero mi negocio me permite sostener a mi familia y le voy a pedir que por favor no venga acá.

   Muchos podrían juzgar a Meli, yo vi las cartas que Oscar le escribía y yo que he estudiado Literatura debo confesar que el hombre era muy bueno escribiendo, las palabras de Meli me hacían ver a una mujer ya mayor pero infantil en sus emociones, con la ilusión que él un día pudiera cambiar, del zapatero no habló mucho, sólo que le gustaría volver al pasado y no haber tomado aquella mala decisión, pero todos sabemos que no se puede devolver el tiempo. En la actualidad aún está viviendo con Oscar y sus dos hijas, pero ella no es feliz.  Me pregunté muchas veces por qué no dejaba a ese hombre maltratador, pero supongo que el haber tenido un padre alcohólico y haber visto el mismo patrón en su madre la llevó a copiar dicho patrón.

Fin.

Liliana Lizcano.

domingo, 2 de agosto de 2020

Una historia de amor secreto. Segunda Parte.



   Llegué a la casita de Doña Panchita, allí estaba esperándome, con un tamal y un café.

- Siéntese por acá.
Dijo sonriendo y limpiando con un trapo la mesa.

   Don Pancho estaba sentado en su silla acariciando a su gato y tomando café.  Doña Panchita, me sirvió y se sentó frente a mí, ella cortaba algunos ingredientes para su comida del mediodía y continuó con la historia de su tía Leticia:

-  Como le estaba contando ayer, mi tía Leticia empezó a citarse con aquel gringo en la playa, nadie sabía que el esposo de mi tía Leticia era homosexual, pero ella había llegado a un acuerdo de guardar silencio y las apariencias con la condición que no fuera a tocarla más, que tampoco le prohibiera salir, en pocas palabras, el esposo no tuvo más que acceder a todo lo que mi tía le pidió, nadie sabía nada, sólo yo y afortunadamente yo era muy callada, no era una niña chismosa, ahora es que vengo a abrir la boca porque supe que usted escribe, y sería bonito que esta historia no vaya a morir conmigo.

   Bueno Miss Lili, en las tardes cuando el "amigo" o mejor dicho, el amante del esposo de mi tía Leticia llegaba, ella les preparaba café y se iba, se fijaba que nadie estuviera mirando o cerca de la casa, y salía conmigo a la playa, muchas fueron las veces que se vio con el gringo, él empezó a llevar a la playa un libro, le fue enseñando a mi tía su idioma, y no sólo eso, le hablaba de los tesoros que habían en nuestras tierras, el señor era de esos investigadores que venían de afuera, bueno, un día él nos llevó a una casa muy cerca de allí, había más gente gringa, le dieron la bienvenida a mi tía y a mí, estaban celebrando algo, yo no sé qué sería, pero comimos mucho.  

   Cuando él nos acompañó para despedirnos, ella lloró y él besó su frente, tomó sus manos y le dijo algo que yo no entendí, se abrazaron largo rato, él me sonrió y me pidió que cerrara los ojos, al abrirlos tenía frente a mí una muñeca muy bonita, yo me fui feliz, pero mi tía se fue llorando.  No entendía que pasaba.  Lo entendí al día siguiente cuando no fuimos a la playa y me dijo:  "Peter tuvo que regresar a su país".

   Pasaron muchos días y llegó una carta, supe que era del gringo porque mi tía sonreía cuando la leía, yo sólo le había visto esa sonrisa de enamorada el día de su boda y luego con el gringo, a veces señorita Lili, nos decepcionamos en el amor, pensamos que seremos felices con alguien y mire lo que le pasó a mi tía con su esposo, pero luego conoció el amor, de la manera menos imaginada.  Mi tía guardó silencio respecto a los amoríos de su esposo con aquel hombre que iba a verlo siempre, la gente no sospechaba, mi tía no lo juzgó, entendió que él vivía lleno de odio  por la tragedia que vivió en su niñez, mi tía lo ayudó a sanar, se convirtió más bien en su mejor amiga, lo perdonó, pero en ese tiempo decir que eres homosexual era algo muy grave, la familia de él le preguntaban que cuando iba a tener hijos, pero él no tocaba a Leticia.  Un día ellos tuvieron una larga conversación en el patio, los dos lloraron mucho, él la abrazó y ella lo besaba feliz, yo no entendía, bueno lo que sucedía era que él le había dado permiso a mi tía Leticia para que el gringo viniera y se quedara unos días en esa casa, así fue.

   El gringo llegó con regalos para él, para ella y para mí, al parecer este secreto era de cinco personas, Leticia y el gringo, Carlos, el esposo de mi tía Leti, el amante de mi tío Carlos, llamado Andrés y yo una niña que estaba comprendiendo el mundo complicado de los adultos. Ese mediodía nos sentamos todos a la mesa, el gringo y mi tía estaban felices, y mi tío Carlos sonreía con su amante, Andrés, yo comía, no decía nada a mis padres porque mi tía Leticia era buena conmigo, quería que fuera feliz.

   Pasaron los días, y el gringo tuvo que regresar a su país, con la promesa de volver.

    Pasaron muchos días y mis tíos estaban hablando muy preocupados:

- ¿Leticia qué haremos ahora?

- Debemos avisarle de inmediato a Peter.

   Mi tía Leticia, estaba embarazada, mi tío Carlos estaba muy preocupado porque el bebé podría salir como el gringo, allí todos sabrían que no sería de él, tenía miedo.  Las mentiras tienen pies muy cortos, pero es que ellos no le estaban mintiendo a nadie, ellos estaban viviendo sus vidas sin meterse en la de los demás, pero Carlos no podía revelar su secreto.  Mi tía Leticia le dijo:

- No te preocupes, Carlos.  Esto lo resolveremos.

   Pasaron los días y el gringo llegó por Leticia, tenía influencia porque preparó todo y se los llevó a los Estados Unidos.  Con el tiempo mi tío Carlos vino a visitar Perú, pasó por la casa, diciendo que mi tía y él no habían tenido hijos porque él es estéril, mentira, yo sabía la verdad, le piqué el ojo a mi tío, mi tía me enviaba cartas y dinero a mí de vez en cuando, gracias a ella, tengo esta casita que ve usted, ella tuvo 3 hijos con el gringo.  Y ¿qué pasó con mi tío Carlos? se estará preguntando usted, pues en una de esas visitas se llevó a Andrés con él.  Ambos trabajaron para Don Peter.  Esta historia tuvo final feliz, pero ¿cuántas personas homosexuales se casan para mantener una apariencia fingiendo ser heterosexuales?, eso causa desdicha en el heterosexual que se casa sin saber, así como le pasó a mi tía Leticia, Afortunadamente ellos pudieron hablar de ese tema tan delicado, en aquel tiempo esos temas eran muy complicados, ella podía haber gritado a los cuatro vientos el engaño de Carlos, pero sabía que si lo hacía, la familia de él lo rechazaría, además Carlos había pensado muchas veces en suicidarse.  Mi tía Leticia merecía ser feliz, por eso yo guardé muy bien el secreto.  Ya ve Miss Lili, la historia tuvo un final feliz, ya ellos murieron, ahora le queda a usted contar esta historia para que no muera conmigo.

Fin.

Liliana Lizcano.

sábado, 1 de agosto de 2020

Una historia de amor secreto. Primera parte



   Siempre voy a comprar pescado a la casa de unos ancianos que cariñosamente les llaman "los Panchitos", hoy, Doña Panchita estaba limpiando el pescado que sus hijos pescan cerca del Océano Pacífico, su esposo Don Pancho siempre está sentado en una mecedora observando el horizonte. Llegué a pedirles dos pescaditos, y mientras que ella los limpiaba me invitó a sentarme cerca.  Empezó a relatarme una historia que según ella fue un escándalo, pero que ahora como ya ella estaba mayor y todos habían muerto, deseaba contarme para que la escribiera.  Yo siempre llevo una pequeña libreta y un lápiz a donde voy, de inmediato la saqué para tomar nota de algunos datos.

- Miss Lili, ¿Sabía usted que antes los amores eran muy complicados?, yo tuve una tía que se casó muy joven, el esposo era un muchacho de por acá mismo, los dos tenían el mismo nivel social, ¡pobres! (dijo riendo) como uno pues, con lo necesario para vivir y sus trabajitos, ella se casó con tanta ilusión, yo tenía unos seis años, recuerdo como si fuera ayer la boda. ¡Qué feliz estaba mi tía Leticia!, pero esa felicidad no le duraría mucho.  

   Agarró el pescado y mientras lo abría para sacarle las tripas siguió diciendo:

- Ese hombre casi la deja como este pescado, sin nada por dentro, yo era niña, pero me daba cuenta que ella no era feliz.  Aquel hombre empezó a serle infiel, era lo normal, como muchos machistas decía que nuestra familia no le había enseñado a cocinar bien, cosa que era mentira, ella cocinaba muy bien, también decía que era mala en la cama, hablaba muy mal de ella, que lo tenía harto y la gente empezó a ver mal a mi tía, y es que antes la mujer tenía la culpa, sí el hombre no estaba contento, era porque la mujer no cocinaba bien, o no era buena amante y quién sabe cuántas quejas más.  Mi tía lloraba mucho, recuerdo que cumplí siete años, y me dijo un día: "Vamos a la playa".  Mientras yo hacía un castillo de arena cerca de ella, ella miraba el mar y se le resbalaba una lágrima en la mejilla, yo le preguntaba qué le pasaba y ella no tenía con quien hablar, pensaba que yo no sabía nada, pero uno cuando está pequeño oye las conversaciones y si sabía lo que le pasaba: ella no era feliz.  Por cierto, Miss Lili, ¿quiere un poco de café?, ya le traigo.

- No, no, mejor me sigue contando por favor.

- Bueno, ese día, un hombre muy blanco estaba en la playa, estaba pasando por allí cuando vio a mi tía y le habló en ese idioma que usted le está enseñando a mi nieto.

- ¿Le habló en inglés?

- Si.  Pero mi tía no le entendió y él se sonrió, trató con señas y gestos y ambos empezaron a reír, ella logró decirle su nombre porque oí cuando le dijo: "Leticia", y el gringo se llamaba Peter.  Bueno se despidió.  Mi tía y yo nos fuimos a la casa de ella porque ese día me tenía que cuidar toda la tarde, cuando llegamos mi tía y yo nos sorprendimos que el esposo de ella se estaba besando con otro hombre, mi tía me tapó los ojos, me llevó a la cocina.  Allí empezó su calvario, con amenazas que debía callar, que no fuera a decir nada a nadie, mi tía le dijo que no se preocupara, pero que por favor no fuera a tocarla más.  Así fue como llegaron a un acuerdo.

   En este momento, tomó el otro pescado y empezó a limpiarlo de las escamas.  Y siguió narrando su historia:

- Como le iba diciendo Miss Lili, al día siguiente mi tía Leticia me volvió a llevar a la playa, ella esperaba volver a encontrarse con aquel gringo, pero no aparecía, esperamos mucho, pero no apareció.  Lo intentó una vez más al siguiente día, pero nada que el gringo aparecía por la playa, cuando ya nos íbamos, escuchamos un grito a lo lejos: ¡Leticia!.  Era el gringo, mi tía sonrió, como nunca en mi vida la había visto sonreír.  El cabello negro y largo de ella parecía bailar con la brisa del mar, y el gringo al acercarse se le quedó mirando como bobo, le dijo algo en inglés pero mi tía no le entendió, el muy atrevido viendo que ella no entendió hacía gestos señalando el cabello de mi tía y dijo:  "Bonito". Mi tía toda avergonzada y nerviosa le da las gracias, él me señala a mí y pregunta: ¿hija?.  Mi tía le explica que yo era una sobrina, pero como que no entendió nada.  En ese entonces una mujer no podía estar a solas con un hombre, y menos un desconocido, así que se citaron, entre señas, risas y palabras que no entendían quedaron para verse, yo era "la chaperona", nadie sospecharía que mi tía se encontraría con un hombre llevándome a mí, menos estando tan cerca de casa, bueno estos peces están ya listos, ¿cuándo regresa por pescado para terminar de narrarle la historia de mi tía?.

- Mañana, vengo mañana domingo.

- Bueno acá la espero para terminarle de contar.

Continuará.

sábado, 11 de julio de 2020

Milagro

Milagro


La mujer había leído un párrafo completo, sus lágrimas caían a través de las arrugas de su rostro que dibujaban una sonrisa, dijo:

- ¡Milagro! Aprendí a leer a mis 75 años.

Es que nunca es tarde para los milagros, nunca es tarde para cumplir un sueño.

jueves, 9 de julio de 2020

Un corazón para Angélica

Un corazón para Angélica



   Cuando has padecido del corazón sabes que debes cuidar no sólo de tu comida, sino también de tus relaciones personales y aprender mucho más de tus emociones. En mi proceso personal conocí a Angélica, a ella le gustaba mucho leer y al verme con un libro en la sala de espera, me preguntó qué leía. Allí empezó nuestra amistad. Angélica fue huérfana desde los 6 años, criada por sus tíos con mucho sacrificio, pero había logrado empezar su 5to año. Había llegado a un punto delicado de su enfermedad. 

   Un día me dijo que había preparado su corazón para irse con Dios, ya no quería seguir luchando pues sus tíos habían padecido mucho con ella y su enfermedad.

   Así que oramos por un milagro. Pasaron tres días quizás, yo estaba tomándome un jugo antes de entrar a ver a Angélica.

   Estaba con dos amigos de mi infancia en ese momento, Ricardo me dice:

- ¡Perro chama!, están bajando a unos chamos que vienen heridos de un choque, se me revolvió el estómago. No veré a Angélica, siento que vomitaré.

   Nuestro otro amigo me da la guitarra y me dice: voy a ver.

   Yo no quería ver a los heridos. Me senté y sólo dije dentro de mí: Padre, ayuda a esas personas que llegaron mal. Al rato vi pasar a una muchacha con una ropa que me encantó, pero se veía enferma, pálida, estaba buscando algo, le dije:

- ¿Buscas un lugar?.

- Si, la salida.

- Ah, está en el sentido contrario...Por cierto, me gusta tu suéter.

- Gracias. Me lo tejió mi mamá.

   Dijo adiós y siguió. Vi que ya era la hora de ver a Angélica y subí. Hablamos, reímos, oramos, le llevé un libro nuevo y me despedí. Poco a poco se apagaba, la notaba peor.

   Al bajar estaban los muchachos con un señor, no quería interrumpir. Luego supe que era uno de los padres de los jóvenes del accidente.

   Al día siguiente Ricardo y yo decidimos llevarle una canción que le habíamos hecho a Angélica, por su cumpleaños. Y afuera vio al señor de la otra vez. Nos acercamos para saludarlo y nos dijo que dos jóvenes se estaban recuperando, menos su hija. Y que le habían dicho que se preparara para la muerte de ella. Y empezó a llorar con gran amargura. Ricardo lo abrazó, luego llegó la esposa del señor y nos despedimos. 

   Al día siguiente la tía de Angélica nos llamó. Había un corazón para Angélica, fue como un regalo de cumpleaños. Nos alegramos mucho. La operación fue un éxito y su recuperación también lo fue.

   Pasaron meses y Angélica pidió conocer el origen de los donantes. Pero no supo.  Sin embargo, Ricardo unió clavos sueltos y pensó que tal vez podría tratarse de la hija de aquel hombre con el que hablamos. Y como él hizo amistad con ellos se atrevió a llamar y preguntarles:

-...Yo sé que quizás puedo remover la herida que lleva, pero necesito preguntarle algo 

- Si, dígame Ricardo.

- Señor Andrés ¿Ustedes fueron donantes de órganos después que su hija murió?.

- Si. El corazón de mi hija debe estar en alguien en este momento.

- Es que creo que mi amiga Angélica tiene el corazón de su hija. Y ella quiere agradecer.

    Para resumir fuimos a visitar a estas personas, la muchacha había sido su única hija, el día que se fue sin permiso de su casa la madre le había advertido que no le gustaba ese grupo de amistades, pero ella desobedeció, escapándose a pasear cuando la pasaron recogiendo. Nos mostró su cuarto y casi me desmayo cuando vi una ropa tendida en su cama, yo no quitaba la mirada de la ropa, la señora me dijo:

- Ése era su suéter favorito, yo se lo tejí.

   Tragué saliva, no dije nada. Angélica se hizo muy amiga de la señora, incluso llegó a aprender a tejer con ella. A veces pienso que además del corazón también recibió una familia que la aprecia mucho, pero también es de reflexionar que cuando los padres te dicen algo, debes escuchar, porque en la desobediencia hay dolor e incluso muerte.


Fin.


Liliana Lizcano.

miércoles, 8 de julio de 2020

Chocolates y flores, la historia de Abdenago


   Cuando estaba en la Facultad estudiando, cada quien agarró su mención y nos separamos pero solíamos reunirnos al mediodía en el comedor o a charlar por los pasillos. Siempre permanecimos siendo panas.

  Aquel día yo veía clases de Historia del Español, con una gran profesora que le sacó a más de uno canas verdes, Rocío Jiménez, sus clases eran magistrales Quedamos estudiando Dayana, Dávila (el del cuento de los chicharrones) y Carmen. Laurita y María G. Se fueron por inglés. Entonces entró un muchacho Llamado Abdenago (chamo si llegas a leer esto, perdóname, en verdad María se pasó, era la plaguita del grupo). Su tono de voz era como hablan los chingos, pero no era chingo. Blanco, cabello liso y de lentes. Su trato era amable y muy risueño. 

   Entonces al salir de esa clase vi al amigo de Abdenago, y quede con los ojos en forma de corazón, me había gustado ese chico, pero no dije nada. Así que procuré siempre buscarlo con la mirada por toda la Facultad cada día. Sólo para verlo. Me gustaba porque parecía un vaquero, se vestía con camisas de cuadros, jeans, botas, le faltaba el caballo jajaja.

  Las muchachas solían avisarme cuando el pasaba, una de las muchachas dijo: "Jum, se la pasa mucho con Abdenago, y ¿Sí es pato?." A lo que otra respondió: "bueno, tenemos más confianza con Abdenago. Yo hago la segunda", y Dayana empezó a hablar más con Abdenago para conocer a su amigo. Pero él pensó que Dayana gustaba de él, pero ella sólo buscaba saludarlo con el fin que nos presentara al llanero bello. Abdenago empezó a echar los perros a Daya, ella para 'quitárselo' de encima, en vez de decirle: "Mira, no me interesas", dijo: te voy a presentar A Carmen que te quiere conocer 

 y entonces Abdenago todos los días buscaba a Carmen para saludarla melosamente. Carmen dijo: Ay no, acaben con esto de una buena vez, presenten a Lili con el llanero, pero yo tímida dije:

- ¡No!, Me da pena. No.

 María, moría de la risa Diciendo:

- ¡Uy qué levante!, Dayana y Carmen, se levantaron a Abdenago.

   Carmen molesta, en una oportunidad para vengarse de ese comentario (por eso no hay que reírse de los demás) llamó a Abdenago y le dijo:

- Mira, te voy a decir la verdad. Yo tengo una amiga que quiere conocer...

   Y allí estaba yo, pelándole los ojos, que no le fuera a decir nada del llanero. Me daba 'corte' (timidez). Y ella entonces suspiró y siguió...

- que quiere conocerte.

Él emocionado preguntó: 

-¿Quién?.

   Y Carmen señaló a María que estaba sentada junto a Laurita.
Abdenago en seguida fue hacia ellas y se le presentó a María. Le besó la mano y ella mirando para donde estaba yo con Carmen, arrugó la cara y Carmen sonriendo le mostró el dedo de la grosería Pasaron dos semanas quizás. Y María me llamó, para preguntarme qué le había dicho Carmen a Abdenago que estaba tan intenso con ella. Entonces dijo: "Ah no, falta Laurita".

- ¿Qué piensas hacer?.
Pregunté.

- ¡Ya verás!.

   Mientras tanto yo veía al llanero de lejos y suspiraba sola, qué niño tan bello, y María decía: ¡Ese bicho es feo, tiene la nariz de tucán!. Y yo: "Ay María cállate que tú tienes más dientes que un contrabando de peinetas y nadie te critica".

   María ideó algo con risas Le dijo a Abdenago que cuando Carmen se refirió a una amiga, y señaló, no se refería a ella sino a Laurita.

- Mira, Laurita está encantada contigo. Pero es muy tímida. Ella quisiera una cita contigo. ¿Le das una oportunidad?.

- ¡Claro!.

Respondió él.

   Bueno, pasaron dos días a lo mucho. Y María G. Me llamó pegando un grito:

- ¡Bajaaaaa Liliiii!.
Estaba ella con su carrito.

- ¡Vamos a dar una vuelta!.

   Siempre íbamos a casa de Dayana a echar cuentos. Entonces me dice:

- ¡Vamos a buscar a Abdenago!.

- ¿QUÉEEE?. ¿Por qué?.

Estaba muerta de la risa y me dice:

- Mueres callada conmigo. Ahí está.

Y si, allí estaba Abdenago, esperando con flores y chocolates. Yo le dije:

- Chama, Laurita te va a matar.

- Son tal para cual. Y si no funciona pues comió chocolates, mira, es un caballero.

   Bueno mis amigas se habían peloteado al pobre Abdenago. María llegó recogiendo a Abdenago en la Avenida Bolívar. Laurita vivía casi cerca de la UC.  María detiene el carro cerca de la casa de Laurita. Y le dice al muchacho:

- No vayas a decirle que yo te traje. Esto fue iniciativa tuya porque morías por conocerla. A ella le gusta el romanticismo y se emocionará sabiendo que viniste a charlar con ella.

- ¿De qué puedo hablar con ella?. Preguntó.

- ¡De Enrique Iglesias!.

   Le arregló el cuello de la camisa y le seguía diciendo:

- Le vas a dedicar una canción de Enrique. Le das las flores, los chocolates, y quedas para otra cita.

Y se bajaron del carro, ella lo paró frente a la casa de Laurita y pegó la carrera muerta de la risa hasta el Fiat.

Me dijo:

- Lili vamos a millón a tu casa que esa va a llamarte enseguida a ti a tu casa. Por favor no digas nada.

- Pe...pe...pero ¿Qué vas a hacer cuando se entere?.

- Nada. Tranquila.

   Y me dejó allí en mi casa y dicho y hecho a eso de las dos horas suena el teléfono.

Era Laurita.

- ¡Hola Lili! ¡Chama Abdenago vino para mi casa! ¿Tú le diste mi dirección?.

- NO.

- Pues se apareció en mi casa, yo estaba durmiendo y mi hermana me despertó diciendo: "ahí te busca un tal Gago, Adgo, no sé, ve a ver". Y si chama, era él. Con flores y chocolates.

   Yo calladita, escuchando lo que Laurita me contaba.

- Y se instaló en mi sala a hablar de Enrique Iglesias, y me dedicó una canción.

Allí yo solté la risa y ella brava:

- ¡No te burles!, ¡Qué broma chama!. Es buen conversador pero yo quería seguir durmiendo. Chama ¿Cómo pudo ser posible? Y te podrás imaginar mi impresión. Yo casi que trágame tierra, ¿Qué voy a hacer con mis hermanos chalequeándome por las flores?, Ay no Lili, primero Dayana, luego a Carmen, luego a María y ahora a mí, ¿Qué le pasa?.

- No sé. Dije yo.

Ella siguió:

- Le dije que no podía atenderlo porque debía salir y así fue como se marchó. Estoy casi segura que en esto tuvo que ver María.

- ¿Y los chocolates?.

- ¡Ay chama!, bien pero yo soñaba que la primera vez que recibiera chocolates y flores iba a ser de un chico que me gustara.

   Abdenago volvió a visitar a Laurita pero al ver que ella no mostró interés, dejó todo así.  Pasaron 2 años. Y María preparó una reunión. Estábamos todos los del grupo. Y haciendo sonido con un cubierto en un vaso se puso de pie y habló:

- Quiero confesar hoy, que yo fui quién llevó a Abdenago a tu casa, Laurita.

Dayana y Carmen gritaron en coro:
- ¡YO LO SABÍA!

Y Laurita:

- ¿Ustedes sabían que esta plaguita me hizo esto y no me dijeron?.
Dayana y Carmen aclararon que sospechaban más no que sabían. Y María remató:

- ¡No vale!. La que sabía era Lili, pero ella sabe guardar secretos y morir callada.

  Laura se levanta, yo temo a su reacción y dice:

- Agradezco María que no me hayas dicho antes, porque te habría dejado de tratar. Hoy me río. Todo esto para nada. Si Abdenago jamás nos presentó al llanero para poder presentarlo a Lili.

   Así terminó aquel enredo. Hablé una vez con el llanero, pero sólo supe su nombre. Ya cuando lo conocí un gringo me estaba echando los perros y  ésa es otra patética historia donde mis amigas también intentaron "ayudar". 

Fin.

Liliana Lizcano.

lunes, 6 de julio de 2020

Regalo

   Él pensó en ella cuando la vio, después de todo suele decirle: "Eres la más hermosa de todas las flores".  Además que en la mañana degustó una de sus empandas y prometió que le daría una sorpresa.  Ella se preguntaba qué sorpresa podría ser.  Pasaron las horas y él regresó con un presente en sus manos.

- ¡Hola hermosa reina venezolana! Quiero que por favor cierres tus ojitos.

   Ella cerró los ojos curiosa de saber qué tramaba.

- Ya puedes abrirlos para recibir tu regalo.

   Él creía que el regalo era la flor, pero para ella el mejor de los regalos era el cariño de él.

Fin.

Liliana Lizcano.


lunes, 15 de junio de 2020

La casita de Don Juan




La casita de Don Juan

   Hace algún tiempo atrás, había un grupo de niños que solían hacer travesuras, tocar los timbres de las casas y salir corriendo,  manejar bicicleta y subir a árboles de mango.  En el vecindario, estaba una casita, de color amarilla, allí vivía un anciano, llamado Juan, Don Juan había visto a esos chicos crecer y los saludaba siempre.  Un día los vio discutir y les dijo:

- Los amigos no se pelean y si se pelean se llegan a acuerdos, la única manera en que se rompe una amistad es que la herida sea muy profunda y ya no puedas sanarla.

- ¿Cómo es eso Don Juan?, yo no empujé a propósito a Arturo, se hizo ese rasguño, ¡sin yo querer que le pasara eso!
Exclamó Ricardo preocupado.

- Déjame ver.
Dijo el anciano, agarrando el brazo de Arturo que sangraba un poco, y los hizo pasar adentro de su casa, mientras que buscaba con qué curarlo. Pecas, la más entrometida y curiosa fue a dar un vistazo al jardín, que estaba lleno de muchas plantas y había un gato que corrió hacía ella para buscar juego.



   Mientras el anciano limpiaba la herida del niño, continuó hablando:

- Yo me refería a otro tipo de heridas, hay heridas que no cierran una vez que se abren, cuando se deja colar la desconfianza o la hipocresía, cuando alguien dice que nos quiere pero nos trata mal, cuando todos nos atacan y quienes dicen ser nuestros amigos nos abandonan, allí es cuando se abren heridas profundas en la amistad.

- ¿Y usted tiene amigos?

- Bueno...mis amigos han ido muriendo con el paso del tiempo, ya no me quedan amigos...sólo Pancho.
Dijo el anciano señalando al gato que estaba jugando con la niña Pecas.

- ¡Y ahora a nosotros!
Gritó Pecas desde el jardín, quien había escuchado todo.

- ¿Cómo dices niña?
Preguntó el anciano.

- ¡QUE AHORA NOS TIENE A NOSOTROS!, ¡QUE SOMOS SUS AMIGOS!
Dijo Pequitas. 

   Y así fue, los niños iban a visitarlo, a presentarle perritos o gaticos que rescataban de la calle, y Don Juan les daba galletas o alguna golosina, hasta que un día ocurrió algo extraño, los niños llamaron a la puerta:

- ¿Quién es?
Preguntó el anciano.

- ¡Somos nosotros!
Respondieron a una misma voz.

   El anciano se asomó por su ventana y miró a los niños, éstos sonreían, la Pecas ya hasta se saboreaba preguntándose qué les iba a regalar Don Juan de merienda, como era medio lambucia, bueno, el viejito les dice por la ventana:

- ¿Qué quieren niños?

- ¡Venimos a visitarlo!

   El anciano se mostró como extrañado, con la mirada algo perdida, y dijo:

- Bueno.

   Los niños pasaron a la casa del viejito como era costumbre y saludaron a Pancho y el anciano dijo:

- ¡Qué raro!, Pancho nunca se va con extraños. ¿Y viven por acá?

- Ay Don Juan, usted sabe dónde vivimos.
Dijo Arturo.

   El anciano seguía con una mirada extraña, y levantando una de sus cejas le dijo a los tres:

- ¿Cómo se llaman?

- Él es Ricardo, él es Arturo y yo...

- ¡Tú eres Margarita!
Interrumpió el anciano a la niña y se puso a llorar y la abrazó.

- Noooo. ¡Yo no soy Margarita!

   En seguida la soltó. Estaba asustado, y les pidió que se fueran.

   Los niños se fueron ese día muy tristes, no entendían por qué Don Juan actuaba así.

   Al día siguiente volvieron a ir, la pequeña Pecas pasó con su bicicleta y lo saludó porque él estaba afuera de su casita, pero él no la saludó.  Pecas triste se bajó de la bicicleta y le dijo:

- ¿Sabe una cosa Don Juan?

- ¿Qué pasó mija?

- Hay heridas que son profundas, usted dijo que hay heridas que ya no cierran y usted ya no quiere ser amigo de nosotros.
Dijo la niña mientras se le salían las lágrimas.

- Niña, pero ¡yo no te conozco!

- ¡Y yo tampoco ya no lo conozco a usted! Ah, y ya le conseguimos casa a Marcela, la gata, ¡Chao!
Y agarró la bicicleta y se fue pedaleando furiosa.

   Al tocar el timbre de la casa de uno de sus amiguitos, la mamá del niño le preguntó por qué lloraba, y Pequitas le contó cómo Don Juan había cambiado con ellos.  La señora, sentó a los niños y les explicó lo que es el Alzheimer, ellos desconocían que existiera esa enfermedad, la señora al percatarse de eso, llamaron a la única hija que tenía Don Juan, la señora Margarita, ella le había suplicado a su papá irse con ella en muchas ocasiones pero él se negaba a dejar la casita amarilla en donde hizo su vida. Cuentan que Don Juan murió rodeado de sus nietos, pero sin reconocer a nadie.  A Pancho también se lo llevaron a USA y murió dos días después que murió Don Juan.

FIN.


-

El último suspiro



   Había una vez un árbol, que veía a lo lejos el mar, soñaba con convertirse en una barca y nadar en el Océano Pacífico, pero no fue así, lo utilizaron para hacer papel.  Se convirtió en el lienzo de un niño de preescolar. También logró llevar las letras de los sentimientos de una mujer que escribió muchas cartas a su familia, hasta que quedó una última hoja de ese cuaderno hecho de aquel árbol, uno de los niños hizo un barco de papel y lo llevó a la playa, lo dejó ir en las olas que iban y venían en la orilla. Navegó unos pocos metros, entonces la última hoja de aquel árbol fue el suspiro de un sueño hecho realidad que navegó y se hundió en el mar.

Fin.

Liliana Lizcano.

domingo, 31 de mayo de 2020

Chicha andina

  Había una vez una bebida llamada Chicha, vivía en San Cristóbal, con su mamá, doña Canela y su papá, que era un kilo de arroz, Don arroz crío a Chicha con buenos principios, amaron mucho a su vasito de Chicha, la pequeña hacía a todos sonreír, aunque no faltaba el que arrugara la cara al verla, porque nadie es monedita de oro para agradarle a todo el mundo, de monedita de oro hablaremos en otro cuento.  Bueno como les iba diciendo, Chicha era una bebida que endulzaba a la gente, pronto se hizo amiga de otra niña, tenía mala fama esa bebida, un día Cocuy invitó a Chicha a salir:

- ¡Chicha vamos a dar una vuelta!

- No puedo, debo hacer mi tarea de bebidas típicas del Táchira.

- Ven, que yo te voy a mostrar un lugar donde puedes investigar.

   Su amiga Agüita que estaba con Chicha haciendo la tarea, le dijo:

- No vayas, Cocuy tiene mala fama en el pueblo.

- ¿Y sí vamos un ratico? Vamos Agüita, nos cuidaremos la una a la otra.

- Está bien, pero recuerda que debo regresar a mi casa temprano.

   Y es que agüita era una bebida a la que todos amaban, se la pasaba regando las plantas, dando de beber a los animalitos de la calle, limpiaba, en fin, Agüita era muy amada por ser tan diligente, aunque también era criticada por ser tan "simplona".

   Así Cocuy llevó a Chicha y a Agüita a un bar.  Ya van a ver qué pasó, entraron y Cocuy les presentó a Cerveza, ella ya estaba lista para deslizarse en el escenario en un tubo, todos enloquecían por ella, Cerveza les dijo:

- ¡Este no es ambiente para estas niñas!, Tú si puedes estar, Cocuy.

   Cocuy le pidió a Cerveza que dejara a estas tiernas bebidas estar un rato.  Y Cerveza contestó:

- Bueno, pero mucho cuidadito porque no quiero tener problemas con doña Canela y don Arroz.

   No había terminado de hablar cuando llegó la amiga de Cocuy: Tequila, una bebida chaparrita pero peligrosa.  Todos se volvían locos por ella y ella a muchos les rompía el corazón.  Tequila era muy inestable en el amor, andaba con un novio, Limón, pero éste cuando vio a Agüita quedó prendido de amor, disimuló porque estaba Tequila.

   También se acercó a saludar Ron, un tipo ya mayor que le gustaban más jóvenes que él.  Vio a Chicha y enseguida quiso hacerla suya.  Ron se presentó con Chicha y ella se sintió atraída con tantas palabras de caballero.  Se fueron a bailar y entre beso y beso con Ron, se emborrachó.

   Mientras que Agüita y Limón estaban charlando.  Limón le contó que venía de una familia bonita, su papá, un árbol de Limón, le enseñó la importancia de vivir a plenitud.

- Si tu familia te enseñó eso, ¿Qué haces con Tequila?, ella tiene fama de romper corazones.

   Él se sintió avergonzado y respondió:

- No lo sé.  Siempre he soñado con casarme con una bebida que me permita brindarle al mundo algo refrescante, pues sólo soy amargo pero con una dama como tú todo sería distinto.

  Y así, le robó un beso.  Bueno, ese fue el inicio de la limonada.

   En eso interrumpe el mesonero que era una botella de vino y le dice que su amiga Chicha estaba en el baño vomitando. 

   Agüita al entrar al baño encontró todo vuelto una "chicha" toda Chicha estaba regada en el suelo y a duras penas podía volver a ponerse en pie, ya cuando el vaso estaba de pie, Agüita decidió llevársela de allí.

- ¿Qué has hecho?

- Amo a Ron, es el hombre de mi vida.

- Mejor volvamos a tu casa.

   Pasaron los meses y Chicha llamaba a Ron, pero él no le respondía sus llamadas y la dejaba en visto, hasta que lo vio pasar con una copa, a ésa la llamaban Margarita, la cual siempre se paseaba con una sombrillita e iba pelando el diente, cuando Chicha los vio, rompió a llorar, derramando toda su canela por los ojos.  Se armó de valor y le dijo a Ron que esperaba un bebé, Ron le dijo que ese hijo podría ser de cualquiera, que fue sólo una noche.

   Chicha no tuvo más remedio que confesar a sus padre lo que sucedía y Don Arroz se enojó mucho, la llamó hasta ramera, le dijo que había pisoteado el honor de la familia y la echó de la casa, pero la madre de Chicha, doña Canela, le dio la maleta con sus cosas diciéndole:

- Tranquila hija, ve con tu padre.

- Pero ¡me acaba de echar de la casa!

- ¡Tu verdadero padre es Kilo de pasta!

   Eso marcó y lastimó a Chicha mucho, porque ella siempre había pensado que era chicha de arroz como todas las demás chichas, jamás imaginó que su madre le fuera infiel al papá-  Entonces se fue a buscar a su verdadero papá, que la recibió, pues siempre vivó amando a la canela.  Llegó el tiempo en que Chicha dio a luz, y el bebé salió medio extraño, don Pasta la ayudó con el parto pues como estaban en cuarentena no podía ir al hospital. Vio a su nietico, el bebé nació con la nariz y colita de un cerdito, Chicha con ternura lo tomó en sus brazos y lo llamó: Chicharrón.

Fin.  

jajajajajajaja no me golpeen, es sólo un cuento jajajajajaaja los quiero mucho. ¡Feliz domingo! que nadie me les apague la sonrisa, Lili. 

 


 

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