sábado, 1 de agosto de 2020

Una historia de amor secreto. Primera parte



   Siempre voy a comprar pescado a la casa de unos ancianos que cariñosamente les llaman "los Panchitos", hoy, Doña Panchita estaba limpiando el pescado que sus hijos pescan cerca del Océano Pacífico, su esposo Don Pancho siempre está sentado en una mecedora observando el horizonte. Llegué a pedirles dos pescaditos, y mientras que ella los limpiaba me invitó a sentarme cerca.  Empezó a relatarme una historia que según ella fue un escándalo, pero que ahora como ya ella estaba mayor y todos habían muerto, deseaba contarme para que la escribiera.  Yo siempre llevo una pequeña libreta y un lápiz a donde voy, de inmediato la saqué para tomar nota de algunos datos.

- Miss Lili, ¿Sabía usted que antes los amores eran muy complicados?, yo tuve una tía que se casó muy joven, el esposo era un muchacho de por acá mismo, los dos tenían el mismo nivel social, ¡pobres! (dijo riendo) como uno pues, con lo necesario para vivir y sus trabajitos, ella se casó con tanta ilusión, yo tenía unos seis años, recuerdo como si fuera ayer la boda. ¡Qué feliz estaba mi tía Leticia!, pero esa felicidad no le duraría mucho.  

   Agarró el pescado y mientras lo abría para sacarle las tripas siguió diciendo:

- Ese hombre casi la deja como este pescado, sin nada por dentro, yo era niña, pero me daba cuenta que ella no era feliz.  Aquel hombre empezó a serle infiel, era lo normal, como muchos machistas decía que nuestra familia no le había enseñado a cocinar bien, cosa que era mentira, ella cocinaba muy bien, también decía que era mala en la cama, hablaba muy mal de ella, que lo tenía harto y la gente empezó a ver mal a mi tía, y es que antes la mujer tenía la culpa, sí el hombre no estaba contento, era porque la mujer no cocinaba bien, o no era buena amante y quién sabe cuántas quejas más.  Mi tía lloraba mucho, recuerdo que cumplí siete años, y me dijo un día: "Vamos a la playa".  Mientras yo hacía un castillo de arena cerca de ella, ella miraba el mar y se le resbalaba una lágrima en la mejilla, yo le preguntaba qué le pasaba y ella no tenía con quien hablar, pensaba que yo no sabía nada, pero uno cuando está pequeño oye las conversaciones y si sabía lo que le pasaba: ella no era feliz.  Por cierto, Miss Lili, ¿quiere un poco de café?, ya le traigo.

- No, no, mejor me sigue contando por favor.

- Bueno, ese día, un hombre muy blanco estaba en la playa, estaba pasando por allí cuando vio a mi tía y le habló en ese idioma que usted le está enseñando a mi nieto.

- ¿Le habló en inglés?

- Si.  Pero mi tía no le entendió y él se sonrió, trató con señas y gestos y ambos empezaron a reír, ella logró decirle su nombre porque oí cuando le dijo: "Leticia", y el gringo se llamaba Peter.  Bueno se despidió.  Mi tía y yo nos fuimos a la casa de ella porque ese día me tenía que cuidar toda la tarde, cuando llegamos mi tía y yo nos sorprendimos que el esposo de ella se estaba besando con otro hombre, mi tía me tapó los ojos, me llevó a la cocina.  Allí empezó su calvario, con amenazas que debía callar, que no fuera a decir nada a nadie, mi tía le dijo que no se preocupara, pero que por favor no fuera a tocarla más.  Así fue como llegaron a un acuerdo.

   En este momento, tomó el otro pescado y empezó a limpiarlo de las escamas.  Y siguió narrando su historia:

- Como le iba diciendo Miss Lili, al día siguiente mi tía Leticia me volvió a llevar a la playa, ella esperaba volver a encontrarse con aquel gringo, pero no aparecía, esperamos mucho, pero no apareció.  Lo intentó una vez más al siguiente día, pero nada que el gringo aparecía por la playa, cuando ya nos íbamos, escuchamos un grito a lo lejos: ¡Leticia!.  Era el gringo, mi tía sonrió, como nunca en mi vida la había visto sonreír.  El cabello negro y largo de ella parecía bailar con la brisa del mar, y el gringo al acercarse se le quedó mirando como bobo, le dijo algo en inglés pero mi tía no le entendió, el muy atrevido viendo que ella no entendió hacía gestos señalando el cabello de mi tía y dijo:  "Bonito". Mi tía toda avergonzada y nerviosa le da las gracias, él me señala a mí y pregunta: ¿hija?.  Mi tía le explica que yo era una sobrina, pero como que no entendió nada.  En ese entonces una mujer no podía estar a solas con un hombre, y menos un desconocido, así que se citaron, entre señas, risas y palabras que no entendían quedaron para verse, yo era "la chaperona", nadie sospecharía que mi tía se encontraría con un hombre llevándome a mí, menos estando tan cerca de casa, bueno estos peces están ya listos, ¿cuándo regresa por pescado para terminar de narrarle la historia de mi tía?.

- Mañana, vengo mañana domingo.

- Bueno acá la espero para terminarle de contar.

Continuará.

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