lunes, 3 de agosto de 2020

No se puede devolver el tiempo




  Ella era una mujer que no sólo era hermosa por fuera, también lo era por dentro, de sus seis hermanas, ella era la más bella, Meli, de piel blanca, cabello castaño claro, liso y largo, su esbelta figura hacia que todos voltearan al verla, maravillados quedaban con su forma de expresarse, siempre dispuesta a ayudar a todos, con una fe enorme en el corazón y siempre creyendo en lo mejor de todos.  Su padre había sido un alcohólico, y su madre las había sacado adelante con mucho esfuerzo, pero lamentablemente nada es perfecto, y la señora quería vivir a través de la hijas lo que ella no pudo vivir, a Meli en particular le decía noche y día que debía conseguir un hombre de buena condición económica para casarse, que ya tenía edad de ir "viendo" con quién casarse.

   Meli ya estaba enamorada, le gustaba mucho un joven de su misma congregación, ella era la única cristiana de su familia, aquel joven (de quién no recuerdo su nombre, pero sé que ella una vez me lo mencionó al relatarme esta historia que me pidió contara a otras jóvenes), era un joven muy trabajador, su familia era pobre, pero había aprendido de su papá el oficio de la zapatería, hacía zapatos y también los arreglaba.  Cuando Meli le mencionó a su mamá que este joven quería salir con ella, la madre le contestó molesta:

- ¿Cómo se le ocurre?, ¿El hijo del zapatero? otro pobre, nunca saldrás de la pobreza, deberías aprovechar tu belleza, tu juventud y buscar a un hombre con mejor posición social.  No vas a salir con él.

   Meli que de todas las hermanas era la más sumisa, y bastante obediente, decidió no salir con el joven y no se permitió tener un noviazgo con él, siendo éste un joven bueno, que compartía su misma fe y muy trabajador.   

   Con el tiempo, Meli veía que todas las jóvenes se casaban, pero ella no y empezó a preocuparse que como le decía la madre "Le hubiese dejado el tren".  En esas ocasiones en las que ella trabajaba de voluntaria, llegó a aquella iglesia un muchacho menor que ella, un vago, drogadito sin haber cursado estudios de bachillerato, y el joven puso los ojos en Meli, se "propuso" cambiar, "meterse" a la religión y mostrarle que podía luchar por su amor, ciertamente el joven empezó a tener cambios, culminó el bachillerato y eso alegró a Meli, ella le ayudó a buscar empleo y si, el muchacho consiguió "quien lo rescatara", ella se sentía feliz, ya que él era muy astuto, le escribía poemas, cartas, esos detalles que Meli jamás había recibido de nadie.  Todas las jóvenes de la iglesia se preguntaban cómo una joven como ella iba a fijarse en un muchacho como Oscar, la verdad no hacían pareja.  Mejor le hubiese sido a la madre de Meli dejarla tener amores con el zapatero, pues Oscar se metía a escondidas a la casa de noche, y hasta golpes le ofreció a la mamá de ella.  Un total patán, pero ella estaba perdidamente "enamorada".


   El tiempo pasó y si, Meli se fue con ese hombre, sin casarse, viviendo una vida infeliz, porque todo el barrio supo que el hombre la maltrataba, sus dos hijas incluso estaban ya adiestradas por el padre para que acusaran a la mamá si Meli hablaba con alguien, si ella hablaba mal de él con su familia, sus hijas se habían convertido en sus enemigas desde pequeñitas.  Bueno, un día Meli llorando ante tanto maltrato, recordó a aquel zapatero que un día se había fijado en ella, y decidió buscarlo, ella sabía en dónde él tenía su zapatería.  Fue al centro de la ciudad y él se sorprendió al verla, sonrió, y ella a él también.

- ¡Meli! ¿Cómo está? ¡Cuánto tiempo ha pasado!

  Ella conversó con él por largo rato, no sé qué tanto habrán conversado, pero si sé que le respondió él a ella, le dijo estas palabras:

- Meli, lamento mucho lo que has estado pasando, me da mucha pena contigo, pero es bastante tarde para que me busques, yo hice mi vida, tengo una maravillosa esposa y dos preciosas hijas, no soy millonario, pero mi negocio me permite sostener a mi familia y le voy a pedir que por favor no venga acá.

   Muchos podrían juzgar a Meli, yo vi las cartas que Oscar le escribía y yo que he estudiado Literatura debo confesar que el hombre era muy bueno escribiendo, las palabras de Meli me hacían ver a una mujer ya mayor pero infantil en sus emociones, con la ilusión que él un día pudiera cambiar, del zapatero no habló mucho, sólo que le gustaría volver al pasado y no haber tomado aquella mala decisión, pero todos sabemos que no se puede devolver el tiempo. En la actualidad aún está viviendo con Oscar y sus dos hijas, pero ella no es feliz.  Me pregunté muchas veces por qué no dejaba a ese hombre maltratador, pero supongo que el haber tenido un padre alcohólico y haber visto el mismo patrón en su madre la llevó a copiar dicho patrón.

Fin.

Liliana Lizcano.

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