jueves, 9 de julio de 2020

Un corazón para Angélica

Un corazón para Angélica



   Cuando has padecido del corazón sabes que debes cuidar no sólo de tu comida, sino también de tus relaciones personales y aprender mucho más de tus emociones. En mi proceso personal conocí a Angélica, a ella le gustaba mucho leer y al verme con un libro en la sala de espera, me preguntó qué leía. Allí empezó nuestra amistad. Angélica fue huérfana desde los 6 años, criada por sus tíos con mucho sacrificio, pero había logrado empezar su 5to año. Había llegado a un punto delicado de su enfermedad. 

   Un día me dijo que había preparado su corazón para irse con Dios, ya no quería seguir luchando pues sus tíos habían padecido mucho con ella y su enfermedad.

   Así que oramos por un milagro. Pasaron tres días quizás, yo estaba tomándome un jugo antes de entrar a ver a Angélica.

   Estaba con dos amigos de mi infancia en ese momento, Ricardo me dice:

- ¡Perro chama!, están bajando a unos chamos que vienen heridos de un choque, se me revolvió el estómago. No veré a Angélica, siento que vomitaré.

   Nuestro otro amigo me da la guitarra y me dice: voy a ver.

   Yo no quería ver a los heridos. Me senté y sólo dije dentro de mí: Padre, ayuda a esas personas que llegaron mal. Al rato vi pasar a una muchacha con una ropa que me encantó, pero se veía enferma, pálida, estaba buscando algo, le dije:

- ¿Buscas un lugar?.

- Si, la salida.

- Ah, está en el sentido contrario...Por cierto, me gusta tu suéter.

- Gracias. Me lo tejió mi mamá.

   Dijo adiós y siguió. Vi que ya era la hora de ver a Angélica y subí. Hablamos, reímos, oramos, le llevé un libro nuevo y me despedí. Poco a poco se apagaba, la notaba peor.

   Al bajar estaban los muchachos con un señor, no quería interrumpir. Luego supe que era uno de los padres de los jóvenes del accidente.

   Al día siguiente Ricardo y yo decidimos llevarle una canción que le habíamos hecho a Angélica, por su cumpleaños. Y afuera vio al señor de la otra vez. Nos acercamos para saludarlo y nos dijo que dos jóvenes se estaban recuperando, menos su hija. Y que le habían dicho que se preparara para la muerte de ella. Y empezó a llorar con gran amargura. Ricardo lo abrazó, luego llegó la esposa del señor y nos despedimos. 

   Al día siguiente la tía de Angélica nos llamó. Había un corazón para Angélica, fue como un regalo de cumpleaños. Nos alegramos mucho. La operación fue un éxito y su recuperación también lo fue.

   Pasaron meses y Angélica pidió conocer el origen de los donantes. Pero no supo.  Sin embargo, Ricardo unió clavos sueltos y pensó que tal vez podría tratarse de la hija de aquel hombre con el que hablamos. Y como él hizo amistad con ellos se atrevió a llamar y preguntarles:

-...Yo sé que quizás puedo remover la herida que lleva, pero necesito preguntarle algo 

- Si, dígame Ricardo.

- Señor Andrés ¿Ustedes fueron donantes de órganos después que su hija murió?.

- Si. El corazón de mi hija debe estar en alguien en este momento.

- Es que creo que mi amiga Angélica tiene el corazón de su hija. Y ella quiere agradecer.

    Para resumir fuimos a visitar a estas personas, la muchacha había sido su única hija, el día que se fue sin permiso de su casa la madre le había advertido que no le gustaba ese grupo de amistades, pero ella desobedeció, escapándose a pasear cuando la pasaron recogiendo. Nos mostró su cuarto y casi me desmayo cuando vi una ropa tendida en su cama, yo no quitaba la mirada de la ropa, la señora me dijo:

- Ése era su suéter favorito, yo se lo tejí.

   Tragué saliva, no dije nada. Angélica se hizo muy amiga de la señora, incluso llegó a aprender a tejer con ella. A veces pienso que además del corazón también recibió una familia que la aprecia mucho, pero también es de reflexionar que cuando los padres te dicen algo, debes escuchar, porque en la desobediencia hay dolor e incluso muerte.


Fin.


Liliana Lizcano.

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