miércoles, 8 de julio de 2020

Chocolates y flores, la historia de Abdenago


   Cuando estaba en la Facultad estudiando, cada quien agarró su mención y nos separamos pero solíamos reunirnos al mediodía en el comedor o a charlar por los pasillos. Siempre permanecimos siendo panas.

  Aquel día yo veía clases de Historia del Español, con una gran profesora que le sacó a más de uno canas verdes, Rocío Jiménez, sus clases eran magistrales Quedamos estudiando Dayana, Dávila (el del cuento de los chicharrones) y Carmen. Laurita y María G. Se fueron por inglés. Entonces entró un muchacho Llamado Abdenago (chamo si llegas a leer esto, perdóname, en verdad María se pasó, era la plaguita del grupo). Su tono de voz era como hablan los chingos, pero no era chingo. Blanco, cabello liso y de lentes. Su trato era amable y muy risueño. 

   Entonces al salir de esa clase vi al amigo de Abdenago, y quede con los ojos en forma de corazón, me había gustado ese chico, pero no dije nada. Así que procuré siempre buscarlo con la mirada por toda la Facultad cada día. Sólo para verlo. Me gustaba porque parecía un vaquero, se vestía con camisas de cuadros, jeans, botas, le faltaba el caballo jajaja.

  Las muchachas solían avisarme cuando el pasaba, una de las muchachas dijo: "Jum, se la pasa mucho con Abdenago, y ¿Sí es pato?." A lo que otra respondió: "bueno, tenemos más confianza con Abdenago. Yo hago la segunda", y Dayana empezó a hablar más con Abdenago para conocer a su amigo. Pero él pensó que Dayana gustaba de él, pero ella sólo buscaba saludarlo con el fin que nos presentara al llanero bello. Abdenago empezó a echar los perros a Daya, ella para 'quitárselo' de encima, en vez de decirle: "Mira, no me interesas", dijo: te voy a presentar A Carmen que te quiere conocer 

 y entonces Abdenago todos los días buscaba a Carmen para saludarla melosamente. Carmen dijo: Ay no, acaben con esto de una buena vez, presenten a Lili con el llanero, pero yo tímida dije:

- ¡No!, Me da pena. No.

 María, moría de la risa Diciendo:

- ¡Uy qué levante!, Dayana y Carmen, se levantaron a Abdenago.

   Carmen molesta, en una oportunidad para vengarse de ese comentario (por eso no hay que reírse de los demás) llamó a Abdenago y le dijo:

- Mira, te voy a decir la verdad. Yo tengo una amiga que quiere conocer...

   Y allí estaba yo, pelándole los ojos, que no le fuera a decir nada del llanero. Me daba 'corte' (timidez). Y ella entonces suspiró y siguió...

- que quiere conocerte.

Él emocionado preguntó: 

-¿Quién?.

   Y Carmen señaló a María que estaba sentada junto a Laurita.
Abdenago en seguida fue hacia ellas y se le presentó a María. Le besó la mano y ella mirando para donde estaba yo con Carmen, arrugó la cara y Carmen sonriendo le mostró el dedo de la grosería Pasaron dos semanas quizás. Y María me llamó, para preguntarme qué le había dicho Carmen a Abdenago que estaba tan intenso con ella. Entonces dijo: "Ah no, falta Laurita".

- ¿Qué piensas hacer?.
Pregunté.

- ¡Ya verás!.

   Mientras tanto yo veía al llanero de lejos y suspiraba sola, qué niño tan bello, y María decía: ¡Ese bicho es feo, tiene la nariz de tucán!. Y yo: "Ay María cállate que tú tienes más dientes que un contrabando de peinetas y nadie te critica".

   María ideó algo con risas Le dijo a Abdenago que cuando Carmen se refirió a una amiga, y señaló, no se refería a ella sino a Laurita.

- Mira, Laurita está encantada contigo. Pero es muy tímida. Ella quisiera una cita contigo. ¿Le das una oportunidad?.

- ¡Claro!.

Respondió él.

   Bueno, pasaron dos días a lo mucho. Y María G. Me llamó pegando un grito:

- ¡Bajaaaaa Liliiii!.
Estaba ella con su carrito.

- ¡Vamos a dar una vuelta!.

   Siempre íbamos a casa de Dayana a echar cuentos. Entonces me dice:

- ¡Vamos a buscar a Abdenago!.

- ¿QUÉEEE?. ¿Por qué?.

Estaba muerta de la risa y me dice:

- Mueres callada conmigo. Ahí está.

Y si, allí estaba Abdenago, esperando con flores y chocolates. Yo le dije:

- Chama, Laurita te va a matar.

- Son tal para cual. Y si no funciona pues comió chocolates, mira, es un caballero.

   Bueno mis amigas se habían peloteado al pobre Abdenago. María llegó recogiendo a Abdenago en la Avenida Bolívar. Laurita vivía casi cerca de la UC.  María detiene el carro cerca de la casa de Laurita. Y le dice al muchacho:

- No vayas a decirle que yo te traje. Esto fue iniciativa tuya porque morías por conocerla. A ella le gusta el romanticismo y se emocionará sabiendo que viniste a charlar con ella.

- ¿De qué puedo hablar con ella?. Preguntó.

- ¡De Enrique Iglesias!.

   Le arregló el cuello de la camisa y le seguía diciendo:

- Le vas a dedicar una canción de Enrique. Le das las flores, los chocolates, y quedas para otra cita.

Y se bajaron del carro, ella lo paró frente a la casa de Laurita y pegó la carrera muerta de la risa hasta el Fiat.

Me dijo:

- Lili vamos a millón a tu casa que esa va a llamarte enseguida a ti a tu casa. Por favor no digas nada.

- Pe...pe...pero ¿Qué vas a hacer cuando se entere?.

- Nada. Tranquila.

   Y me dejó allí en mi casa y dicho y hecho a eso de las dos horas suena el teléfono.

Era Laurita.

- ¡Hola Lili! ¡Chama Abdenago vino para mi casa! ¿Tú le diste mi dirección?.

- NO.

- Pues se apareció en mi casa, yo estaba durmiendo y mi hermana me despertó diciendo: "ahí te busca un tal Gago, Adgo, no sé, ve a ver". Y si chama, era él. Con flores y chocolates.

   Yo calladita, escuchando lo que Laurita me contaba.

- Y se instaló en mi sala a hablar de Enrique Iglesias, y me dedicó una canción.

Allí yo solté la risa y ella brava:

- ¡No te burles!, ¡Qué broma chama!. Es buen conversador pero yo quería seguir durmiendo. Chama ¿Cómo pudo ser posible? Y te podrás imaginar mi impresión. Yo casi que trágame tierra, ¿Qué voy a hacer con mis hermanos chalequeándome por las flores?, Ay no Lili, primero Dayana, luego a Carmen, luego a María y ahora a mí, ¿Qué le pasa?.

- No sé. Dije yo.

Ella siguió:

- Le dije que no podía atenderlo porque debía salir y así fue como se marchó. Estoy casi segura que en esto tuvo que ver María.

- ¿Y los chocolates?.

- ¡Ay chama!, bien pero yo soñaba que la primera vez que recibiera chocolates y flores iba a ser de un chico que me gustara.

   Abdenago volvió a visitar a Laurita pero al ver que ella no mostró interés, dejó todo así.  Pasaron 2 años. Y María preparó una reunión. Estábamos todos los del grupo. Y haciendo sonido con un cubierto en un vaso se puso de pie y habló:

- Quiero confesar hoy, que yo fui quién llevó a Abdenago a tu casa, Laurita.

Dayana y Carmen gritaron en coro:
- ¡YO LO SABÍA!

Y Laurita:

- ¿Ustedes sabían que esta plaguita me hizo esto y no me dijeron?.
Dayana y Carmen aclararon que sospechaban más no que sabían. Y María remató:

- ¡No vale!. La que sabía era Lili, pero ella sabe guardar secretos y morir callada.

  Laura se levanta, yo temo a su reacción y dice:

- Agradezco María que no me hayas dicho antes, porque te habría dejado de tratar. Hoy me río. Todo esto para nada. Si Abdenago jamás nos presentó al llanero para poder presentarlo a Lili.

   Así terminó aquel enredo. Hablé una vez con el llanero, pero sólo supe su nombre. Ya cuando lo conocí un gringo me estaba echando los perros y  ésa es otra patética historia donde mis amigas también intentaron "ayudar". 

Fin.

Liliana Lizcano.

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