martes, 7 de julio de 2020

Cuento: Un asesino en serie

                                        Un asesino en serie



   Él había nacido para matar, el monstruo asesino le llamaron algunos, no se detendría, no tenía un tipo de víctima favorita como los medios trataban de hacer creer, él sólo elegía y cumplía el asesinato para luego seguir con el próximo. Pasaba desapercibido entre la gente, nadie sospecharía que él estaba cerca observando disimuladamente, listo para otro ataque.



   La gente que le vio nacer no se imaginaba lo monstruoso que sería, se les escapó, tomó lo poco que tenía y huyó a un país vecino, en su camino conoció a un hombre y se le sentó al lado, aquel hombre sintió que alguien lo observaba, pero al voltear sólo estaban dos señoras y el Monstruo, el hombre se acercó a una de las señoras, para preguntarle:

- Señora, disculpe, ¿la he visto en otro lugar?, su rostro me es familiar.


   Sergio le dijo eso a la dama, porque sintió un déjà vu al verla. Y Sara, una mujer ya de 40 años sumamente hermosa, sonrió apenada y respondió:

- No lo sé. Este mundo es sumamente pequeño.

   El Monstruo que los observaba susurró para él mismo:

- Tan pequeño que no necesita tanta gente como ustedes.

Y sintió una furia que no tenía explicación, que es parte de todo asesino en serie, así fue como se propuso acabar con Sara y con Sergio.



  Llegó el tren, y Sergio le dio paso a la dama para que subiera primero, se sentaron juntos y el camino fue ameno entre risas, anécdotas, historias, e incluso lágrimas de Sara al decirle que recientemente había perdido a su hija de una manera muy extraña, estaba sana y de un momento a otro enfermó y falleció.

  El Monstruo escuchaba de cerca, sonriendo porque oír sobre muertos era algo que le generaba cierto placer. Aquellos ancianos de 70 años, sentían que la vida había sido justa al reunirlos en ese encuentro maravilloso, ambos sentían que sus corazones latían con entusiasmo. El Monstruo trató de decirles algo para interrumpir y sentarse al lado de ellos, pero alguien le tropezó, así que su atención se fue hacia esa persona, le hizo una sentencia de muerte, y así fue. Para cuando Sergio y Sara bajaron del tren, el Monstruo estaba muy ocupado en su nueva víctima. Pero a Monstruo jamás se le olvidaba un rostro.


   Y un mes después, los vio tomados de la manos, y los siguió, vio donde vivían, y diseñó un plan para entrar al departamento.


   El Monstruo no trabajaba jamás sólo, siempre buscaba un cómplice, alguien ingenuo quizás, pero descuidado, personas que sin sospechar entraban en el juego y que él luego también desechaba porque no quería con vida a nadie que supiera sus secretos de cómo actuaba.


   Así fue como el conserje de aquel edificio se convirtió en su aliado.


   Sonó el timbre y el conserje fue a ver quién era. Monstruo llegó muy cerca de él, y el conserje le dio la mano, Monstruo sonrío, pasó toda la mañana en el jardín con él, y Monstruo anhelaba que el conserje ya pasara al edificio para él también pasar adentro.

   Así fue, el conserje entró con Monstruo, y justo en ese instante Sergio salió a decirle al conserje que debía hablar con los vecinos que tenían a un perro que ladraba mucho, Monstruo se alegró de ver a Sergio nuevamente, y fue en ese justo momento cuando el conserje sin saberlo sería cómplice de aquel macabro plan, los presentó, pero Sergio de inmediato tocando el hombro del conserje le dijo:

- Debes hablar con los vecinos, ese animal lleva todo el día ladrando, ¡Tal vez ni comida le dejaron!



- No se preocupe, hablaré con ellos.

¡El asesino estaba más cerca de lograr su objetivo!



   Pasaron 3 días y ya el Monstruo estaba en el departamento con Sergio y Sara, silencioso, como todo un virus, infectando todo a su paso, sería el comienzo de una pesadilla que tuvo su inicio cuando el conserje no lavó sus manos y le dio un apretón de manos a Sergio.



Fin.

Escritora:  Liliana Lizcano

Ilustraciones de Luisa Villegas.


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