Los vampiros emocionales
Por Roberto Palomino
Vampiros emocionales. De acuerdo, el término es bastante dramático, y algunos dirían que hasta excesivo… pero después de un encuentro —por breve que sea— con uno de estos individuos, todos estamos de acuerdo en que es el único que realmente los describe. Después de tratarlos, nos sentimos como si una especie de `Drácula síquico’ nos hubiera drenado emocionalmente, dejándonos deprimidos, sin energía, con el ánimo apagado.
Todos conocemos por lo menos uno. ¿No lo crees? Haz una prueba sencilla: ¿Existe alguien que evitas o rehúyes, sea en persona o por teléfono? ¿A quién te cuesta mucho trabajo devolverle una llamada, porque la sola idea de hablar con él o ella te cansa? Después de compartir con cierta persona, por `agradable’ que haya sido el encuentro, ¿te quedas tensa, molesta o agotada… y muchas veces ni siquiera entiendes por qué?. Se quejan de todo y por todo, no se sienten conformes en ningún lugar, al punto de hacer que tú también te sientas en desagusto con tu entorno, trabajo, país, etc.
Si has respondido que sí a cualquiera de estas preguntas, no lo dudes: estás lidiando con un vampiro emocional. Lo insidioso de este problema, es que puede ser un desconocido… o un ser querido: el padre, el esposo o la mejor amiga. De igual manera, la relación puede ser cercana o distante; la persona agradable o desagradable… pero el efecto que tiene sobre ti siempre es tóxico.
Existen dos clases de vampiros emocionales —ambos igualmente tóxicos— que debes aprender a reconocer.
Amenaza invisible
El primero es el vampiro invisible. Y es que muchas veces, el comportamiento de estas personas no es abiertamente tóxico, por decirlo de esta forma. Por lo tanto, es difícil reconocerlas y `neutralizarlas’. Después de todo, son pocos los que no captan cuando alguien se comporta de una manera grosera o desagradable con ellos, o cuando trata de ofenderlos de acción o de palabra. Pero dicen que no hay peor contrincante que un enemigo invisible, y es verdad.
Muchos vampiros emocionales operan `por debajo del radar’. En otras palabras: su comportamiento tóxico no es evidente; este se oculta detrás de una actitud o unas palabras inocentes. Esto se debe a que ellos envían `mensajes dobles’, que es el arte de decir una cosa aparentemente inocua, e insinuar otra muy diferente.
Por ejemplo: `Qué bien te queda ese vestido’, dice tu `mejor amiga’… antes de agregar: `Incluso te hace cintura’. `Qué bien te ves… para tu edad’. Este tipo de comentario también se conoce como `el dulce envenenado’, porque, detrás del elogio, siempre hay una crítica implícita.
El vampiro solapado también suele recurrir al humor como una forma de atacarte sin dar la cara ni sufrir las consecuencias. La regla que funciona aquí es la siguiente: si él o ella bromean con que tienes sobrepeso o no encuentras pareja… no debes ofenderte, porque se trata de una broma.
Cuando Susana, un ama de casa de 32 años, le pidió a su suegro que no le hiciera más chistes sobre su peso, él no solo le hizo sentir que ella era una acomplejada sin el mínimo sentido del humor… `sino que acabó dándome cátedra sobre la importancia de quererme tal como soy. O sea, que el problema acabé siendo yo’, contó, indignada.
El lenguaje corporal también es una estrategia muy común de los vampiros emocionales. Te dicen `Respeto tu decisión’… con una sonrisa cínica en la cara; juran que te aprecian… con los brazos cruzados; te piden que les creas… y desvían la mirada (a veces el gesto es tan sutil, lo que los sicólogos llaman una microexpresión, que no lo captas a nivel consciente; pero sientes que algo simplemente no `cuadra’). Ellos te dicen una cosa, pero tú percibes todo lo contrario. Esta discordancia crea una confusión interior que, a la larga, te drena.
Vale aclarar que, muchas veces, el vampiro emocional no opera a nivel consciente; no sabe el efecto que tiene en los demás. Simplemente, es su forma de ser. Como también ocurre con el segundo ejemplar.
Vampiro a la vista…
La segunda clase de vampiro emocional es más fácil de detectar, pero no menos difícil de sobrellevar. Estos son algunos de los ejemplares más comunes, de acuerdo con las teorías de las expertas en relaciones interpersonales Cheryl Richardson, autora de Take Time for Your Life (Toma tiempo para tu vida) y la doctora Lillian Glass, autora de Toxic People (Gente tóxica).
1. Los negativos.
Ven el mundo a través de lentes oscuros. Y a ti te toca la ardua tarea de elevarles el ánimo, lo cual es como subir una piedra montaña arriba. `Tengo que buscar trabajo’, dice ella. `Ahora hay muchas oportunidades en tu campo’, le dices tú. `Sí, pero a mi edad…’, apunta ella. `La experiencia vale de mucho’, señalas. `Ay, pero las empresas prefieren personas jóvenes…’. Llega el momento en que tú, que tratabas de animarla, acabas más deprimida que ella, y temiendo por tu futuro laboral.
2. Los quejosos.
Se pasan la vida lamentándose de lo mismo —y `lo mismo’ puede ser la pareja, el empleo, los hijos, el país, la economía—, pero nada hacen para cambiar la situación. En realidad, esta persona solo quiere quejarse, pues esto le produce un alivio momentáneo. ¿Tú? Después de una sesión maratónica de quejas, en la que al final nada se resuelve, acabas drenada.
3. Los criticones.
Ponen objeción a todo lo que dices y haces; para ellos, tú nunca das la talla. Por supuesto, insisten en que las críticas son `por tu bien’. Pero la realidad es que te dejan por el piso. Por regla general, estas personas le encuentran un defecto a todo: la película, la cena, el servicio en el restaurante… ¡Son irritantes y ¡agotadoras!
4. Los belicosos.
Cualquier incidente, por mínimo que sea, provoca en ellos una reacción agresiva. Debes tener cuidado de cómo le reclamas algo porque puedes encender la pólvora, porque cuando estallan, ¡arde Troya! Esto apaga tu espíritu. Ellos nunca reconocerán su error y pelearán a capa y espada contradiciendo lo que tú quieras manifestarles. A la final quedas como el malvado de la película si le manifiestas lo que te molestó, y esta persona tóxica buscará todos los argumentos para evadir su error y tratar de hacerlo ver de otra manera.
5. Los débiles e indefensos.
Constantemente necesitan que hables por ellos, los defiendas, los apoyes, los protejas… porque ellos, pobrecitos, no saben valerse por sí mismos. Pero, sin duda, llevar todo ese peso sobre tus espaldas te quita hasta la última gota de energía. ¿Ellos? Tranquilos y felices, porque no tienen que hacerse responsables por sí mismos. En este grupo hay que incluir a los `poca cosa’ que practican la agresión pasiva; esos que, después de un desacuerdo, te juran que no te guardan rencor… pero luego se olvidan, por ejemplo, de pasar por ti a la hora acordada, andar con indirectas, desquitarse, etc. Es su forma indirecta de castigarte.
6. Los sarcásticos.
Sus comentarios —crueles, burlones, en fin: sarcásticos— pueden resultar chistosos, pero cuando ese humor negro siempre va dirigido a ti, acaba por minar tu espíritu. Después de una sesión de ironías y comentarios ácidos, te sientes dolida e insultada. Por lo general siempre andan lanzando puntas o indirectas para hacerte saber su descontento. Su humor hiriente es tóxico para el alma, porque siempre golpea donde más duele.
7. Los catastróficos.
Siempre están hablando de huracanes, enfermedades, muertes, desgracias y colapsos económicos. Para ellos, la vida es un peligro inminente, y si algo va a ocurrir, seguramente será muy malo. Cinco minutos con ellos acaban con tus nervios.
Un peligro real
Daniel Goleman, autor del best seller internacional La inteligencia emocional, nos asegura que el efecto que nos causan estas personas va más allá de una molestia momentánea. De acuerdo con su último libro, Social Intelligence (Inteligencia social), nuestros intercambios diarios con la pareja, los hijos, el jefe y aun con extraños, moldean la estructura física de nuestro cerebro a nivel celular; esto, a su vez, afecta todas las células del cuerpo, efectuando cambios incluso a nivel genético.
En otras palabras: nuestra reacción ante los demás tiene un impacto biológico en nuestro organismo, ya que durante un contacto social segregamos hormonas que afectan desde nuestro corazón hasta nuestro sistema inmunológico. Según Goleman, las buenas relaciones son como una vitamina; las malas, como un veneno. Y no solo eso: las emociones ajenas son contagiosas, lo mismo que un catarro. ¿Entiendes ahora por qué es tan importante neutralizar a los vampiros emocionales?
Los pasos claves
1. Reconocerlos. Determina en qué categoría cae esa persona que te deja drenada anímicamente. De esta manera nunca te toma desprevenida, pues ya sabes cómo opera.
2. Mantener el balance interior. Para evitar el contagio, muchas veces entender por qué esa persona tiene ese efecto sobre ti, te ayuda a protegerte de su influencia negativa. Cuando sabes que es ella, y no tú, la que tiene un problema (porque es negativa, belicosa, catastrófica, etc.), puedes mantener una distancia emocional que te permite observar su comportamiento `desde afuera’, sin que te afecte.
3. Alejarte. Si esta persona no es esencial en tu vida, puedes diluir la relación. Muchas veces la costumbre nos `ata’ a amistades tóxicas. Y si ya esta persona no genera en ti esa confianza es mejor tomar distancia.
4. Sanar la relación. Si la relación es importante para ti, sobre todo cuando es una relación familiar, Cheryl Richardson aconseja que le dejes saber a esa persona de qué manera te está afectando. No se trata de enfrentarla, herirla ni atacarla. En el momento oportuno, cuando ambas estén en buenos términos, debes llamarla aparte y dejarle saber que, justamente porque la quieres y valoras la relación, tienes algo que decirle. `Cuando haces/dices tal cosa, yo me siento tensa/triste/ansiosa/ofendida. Te pido que no lo hagas más’. Esto puede iniciar un diálogo muy sano para las dos.
Por Roberto Palomino
Vampiros emocionales. De acuerdo, el término es bastante dramático, y algunos dirían que hasta excesivo… pero después de un encuentro —por breve que sea— con uno de estos individuos, todos estamos de acuerdo en que es el único que realmente los describe. Después de tratarlos, nos sentimos como si una especie de `Drácula síquico’ nos hubiera drenado emocionalmente, dejándonos deprimidos, sin energía, con el ánimo apagado.
Todos conocemos por lo menos uno. ¿No lo crees? Haz una prueba sencilla: ¿Existe alguien que evitas o rehúyes, sea en persona o por teléfono? ¿A quién te cuesta mucho trabajo devolverle una llamada, porque la sola idea de hablar con él o ella te cansa? Después de compartir con cierta persona, por `agradable’ que haya sido el encuentro, ¿te quedas tensa, molesta o agotada… y muchas veces ni siquiera entiendes por qué?. Se quejan de todo y por todo, no se sienten conformes en ningún lugar, al punto de hacer que tú también te sientas en desagusto con tu entorno, trabajo, país, etc.
Si has respondido que sí a cualquiera de estas preguntas, no lo dudes: estás lidiando con un vampiro emocional. Lo insidioso de este problema, es que puede ser un desconocido… o un ser querido: el padre, el esposo o la mejor amiga. De igual manera, la relación puede ser cercana o distante; la persona agradable o desagradable… pero el efecto que tiene sobre ti siempre es tóxico.
Existen dos clases de vampiros emocionales —ambos igualmente tóxicos— que debes aprender a reconocer.
Amenaza invisible
El primero es el vampiro invisible. Y es que muchas veces, el comportamiento de estas personas no es abiertamente tóxico, por decirlo de esta forma. Por lo tanto, es difícil reconocerlas y `neutralizarlas’. Después de todo, son pocos los que no captan cuando alguien se comporta de una manera grosera o desagradable con ellos, o cuando trata de ofenderlos de acción o de palabra. Pero dicen que no hay peor contrincante que un enemigo invisible, y es verdad.
Muchos vampiros emocionales operan `por debajo del radar’. En otras palabras: su comportamiento tóxico no es evidente; este se oculta detrás de una actitud o unas palabras inocentes. Esto se debe a que ellos envían `mensajes dobles’, que es el arte de decir una cosa aparentemente inocua, e insinuar otra muy diferente.
Por ejemplo: `Qué bien te queda ese vestido’, dice tu `mejor amiga’… antes de agregar: `Incluso te hace cintura’. `Qué bien te ves… para tu edad’. Este tipo de comentario también se conoce como `el dulce envenenado’, porque, detrás del elogio, siempre hay una crítica implícita.
El vampiro solapado también suele recurrir al humor como una forma de atacarte sin dar la cara ni sufrir las consecuencias. La regla que funciona aquí es la siguiente: si él o ella bromean con que tienes sobrepeso o no encuentras pareja… no debes ofenderte, porque se trata de una broma.
Cuando Susana, un ama de casa de 32 años, le pidió a su suegro que no le hiciera más chistes sobre su peso, él no solo le hizo sentir que ella era una acomplejada sin el mínimo sentido del humor… `sino que acabó dándome cátedra sobre la importancia de quererme tal como soy. O sea, que el problema acabé siendo yo’, contó, indignada.
El lenguaje corporal también es una estrategia muy común de los vampiros emocionales. Te dicen `Respeto tu decisión’… con una sonrisa cínica en la cara; juran que te aprecian… con los brazos cruzados; te piden que les creas… y desvían la mirada (a veces el gesto es tan sutil, lo que los sicólogos llaman una microexpresión, que no lo captas a nivel consciente; pero sientes que algo simplemente no `cuadra’). Ellos te dicen una cosa, pero tú percibes todo lo contrario. Esta discordancia crea una confusión interior que, a la larga, te drena.
Vale aclarar que, muchas veces, el vampiro emocional no opera a nivel consciente; no sabe el efecto que tiene en los demás. Simplemente, es su forma de ser. Como también ocurre con el segundo ejemplar.
Vampiro a la vista…
La segunda clase de vampiro emocional es más fácil de detectar, pero no menos difícil de sobrellevar. Estos son algunos de los ejemplares más comunes, de acuerdo con las teorías de las expertas en relaciones interpersonales Cheryl Richardson, autora de Take Time for Your Life (Toma tiempo para tu vida) y la doctora Lillian Glass, autora de Toxic People (Gente tóxica).
1. Los negativos.
Ven el mundo a través de lentes oscuros. Y a ti te toca la ardua tarea de elevarles el ánimo, lo cual es como subir una piedra montaña arriba. `Tengo que buscar trabajo’, dice ella. `Ahora hay muchas oportunidades en tu campo’, le dices tú. `Sí, pero a mi edad…’, apunta ella. `La experiencia vale de mucho’, señalas. `Ay, pero las empresas prefieren personas jóvenes…’. Llega el momento en que tú, que tratabas de animarla, acabas más deprimida que ella, y temiendo por tu futuro laboral.
2. Los quejosos.
Se pasan la vida lamentándose de lo mismo —y `lo mismo’ puede ser la pareja, el empleo, los hijos, el país, la economía—, pero nada hacen para cambiar la situación. En realidad, esta persona solo quiere quejarse, pues esto le produce un alivio momentáneo. ¿Tú? Después de una sesión maratónica de quejas, en la que al final nada se resuelve, acabas drenada.
3. Los criticones.
Ponen objeción a todo lo que dices y haces; para ellos, tú nunca das la talla. Por supuesto, insisten en que las críticas son `por tu bien’. Pero la realidad es que te dejan por el piso. Por regla general, estas personas le encuentran un defecto a todo: la película, la cena, el servicio en el restaurante… ¡Son irritantes y ¡agotadoras!
4. Los belicosos.
Cualquier incidente, por mínimo que sea, provoca en ellos una reacción agresiva. Debes tener cuidado de cómo le reclamas algo porque puedes encender la pólvora, porque cuando estallan, ¡arde Troya! Esto apaga tu espíritu. Ellos nunca reconocerán su error y pelearán a capa y espada contradiciendo lo que tú quieras manifestarles. A la final quedas como el malvado de la película si le manifiestas lo que te molestó, y esta persona tóxica buscará todos los argumentos para evadir su error y tratar de hacerlo ver de otra manera.
5. Los débiles e indefensos.
Constantemente necesitan que hables por ellos, los defiendas, los apoyes, los protejas… porque ellos, pobrecitos, no saben valerse por sí mismos. Pero, sin duda, llevar todo ese peso sobre tus espaldas te quita hasta la última gota de energía. ¿Ellos? Tranquilos y felices, porque no tienen que hacerse responsables por sí mismos. En este grupo hay que incluir a los `poca cosa’ que practican la agresión pasiva; esos que, después de un desacuerdo, te juran que no te guardan rencor… pero luego se olvidan, por ejemplo, de pasar por ti a la hora acordada, andar con indirectas, desquitarse, etc. Es su forma indirecta de castigarte.
6. Los sarcásticos.
Sus comentarios —crueles, burlones, en fin: sarcásticos— pueden resultar chistosos, pero cuando ese humor negro siempre va dirigido a ti, acaba por minar tu espíritu. Después de una sesión de ironías y comentarios ácidos, te sientes dolida e insultada. Por lo general siempre andan lanzando puntas o indirectas para hacerte saber su descontento. Su humor hiriente es tóxico para el alma, porque siempre golpea donde más duele.
7. Los catastróficos.
Siempre están hablando de huracanes, enfermedades, muertes, desgracias y colapsos económicos. Para ellos, la vida es un peligro inminente, y si algo va a ocurrir, seguramente será muy malo. Cinco minutos con ellos acaban con tus nervios.
Un peligro real
Daniel Goleman, autor del best seller internacional La inteligencia emocional, nos asegura que el efecto que nos causan estas personas va más allá de una molestia momentánea. De acuerdo con su último libro, Social Intelligence (Inteligencia social), nuestros intercambios diarios con la pareja, los hijos, el jefe y aun con extraños, moldean la estructura física de nuestro cerebro a nivel celular; esto, a su vez, afecta todas las células del cuerpo, efectuando cambios incluso a nivel genético.
En otras palabras: nuestra reacción ante los demás tiene un impacto biológico en nuestro organismo, ya que durante un contacto social segregamos hormonas que afectan desde nuestro corazón hasta nuestro sistema inmunológico. Según Goleman, las buenas relaciones son como una vitamina; las malas, como un veneno. Y no solo eso: las emociones ajenas son contagiosas, lo mismo que un catarro. ¿Entiendes ahora por qué es tan importante neutralizar a los vampiros emocionales?
Los pasos claves
1. Reconocerlos. Determina en qué categoría cae esa persona que te deja drenada anímicamente. De esta manera nunca te toma desprevenida, pues ya sabes cómo opera.
2. Mantener el balance interior. Para evitar el contagio, muchas veces entender por qué esa persona tiene ese efecto sobre ti, te ayuda a protegerte de su influencia negativa. Cuando sabes que es ella, y no tú, la que tiene un problema (porque es negativa, belicosa, catastrófica, etc.), puedes mantener una distancia emocional que te permite observar su comportamiento `desde afuera’, sin que te afecte.
3. Alejarte. Si esta persona no es esencial en tu vida, puedes diluir la relación. Muchas veces la costumbre nos `ata’ a amistades tóxicas. Y si ya esta persona no genera en ti esa confianza es mejor tomar distancia.
4. Sanar la relación. Si la relación es importante para ti, sobre todo cuando es una relación familiar, Cheryl Richardson aconseja que le dejes saber a esa persona de qué manera te está afectando. No se trata de enfrentarla, herirla ni atacarla. En el momento oportuno, cuando ambas estén en buenos términos, debes llamarla aparte y dejarle saber que, justamente porque la quieres y valoras la relación, tienes algo que decirle. `Cuando haces/dices tal cosa, yo me siento tensa/triste/ansiosa/ofendida. Te pido que no lo hagas más’. Esto puede iniciar un diálogo muy sano para las dos.
Muy buena entrada amiga, en realidad existen personas que tratan de rebajar a otras, gracias por tan buena información un beso y un abrazo.
ResponderEliminarAmiga muy buena entrada gracias
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