domingo, 4 de diciembre de 2016

La Odisea del Venezolano

A cada venezolano y venezolana que día a día
se sube a un autobús y vive toda una odisea.


LA ODISEA DEL VENEZOLANO



La Odisea del venezolano
Que trágica experiencia la del venezolano,
que al llegar un nuevo día tiene que ser osado
lanzándose a un autobús medio escachalandrado,
va pegando la carrera, saltando de lao y lao,
alcanza su meta que es estar montado,
ni siquiera estás adentro cuando sin mucho hablar
¡te van cobrando el pasaje así no te puedas agarrar!
¡un poquito para atrás por favor!
grita amargado el pobre colector
no han pasado cinco minutos cuando te tienes que arrimar
y no falta un ocioso que te lo quiera restregar.

"Yendo" todos como sardinas en lata
no falta uno que se la pase de rata,
metiendo la mano y sin decoro
nunca falta uno que sea choro,
no obstante pela el ojo el que va leyendo la revista
y se escucha desde el fondo: "¡Un carterista!"
es muy tarde, ya se bajó
pegando la carrera aquel hampón.
luego que todos insultan al chofer,
no hay nada que lamentar, nada que hacer.
“¡En la parada señor!”
sigue de largo sin prestar atención,
lleno de molestia e indignación
el pasajero piensa de nuevo en la petición
pega el grito una vez más:
“¿Me vas a llevar a tu casa? ¡Déjame aquí!”
todos de la exclamación empiezan a reír
sin nada que reclamar, sin nada que decir,
algunos optan por callar,
otros por maldecir,
mira muy enojado por el retrovisor
y pega aquel frenazo pa que se vaya de sopetón,
“¡Si quieres te vas en taxi!”- le grita el colector,
y sin palabras que mediar te calas el abusador.

De pronto un tropezón,
un codazo y un jalón,
te hacen acomodarte hacia atrás,
y mucho cuidado con pestañear,
porque en un autobús todo puede pasar,
se monta el que pide y el que vende
"agarre el paquete que no pica ni muerde"
y el otro sólo pide real,
porque a un amigo lo van a enterrar,
o está el otro que por enfermedad
a una clínica no tiene accesibilidad
y no le queda otra que mendigar.

Pero si usted quiere entretenimiento
eso va a tener en su asiento,
pues nunca falta el que contesta el celular
no se queda en un mero saludar,
sino que entre cuento y cuento te vas a enterar
un culebrón difícil de explicar,
también están los viejos que de reojo miran
a la señora que va sentada con el escote,
sus cuellos bastante estiran
para verle los cocos
dándoles tortícolis en los cogotes,
por estar de ociosos y de coyotes.

Al fin llegas a tu destino
te tienes que bajar
mucho cuidadito cuando vayas a pisar,
porque no te has bajado cuando ya están arrancando
y se quedan con el vuelto que no te habían dado.
Y así termina la odisea del venezolano,

diciendo al bajar: "si estoy salao".

Autora:  Liliana A. Lizcano.

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