lunes, 4 de enero de 2021

Un susurro llamándote

 Un susurro llamándote 


    Ella se levantó al escuchar que alguien la llamó por su nombre: ¡Paulina!, despertó asustada pues vivía sola en su departamento, al ponerse en pie, sintió un dolor de cabeza, tambaleando soñolienta, fue al baño, dio un gran bostezo frente al espejo y vio que su rostro lucía aún con ojeras, como si no hubiese descansado nada, le dolía todo el cuerpo.

- ¡Qué mala noche!, no dormí nada bien. 
Dijo Paulina mientras colocaba crema de dientes en su cepillo dental.

   Mientras se cepillaba y se miraba al espejo, se preguntaba si se atrevería ese día a dar ese enorme paso, ella anhelaba buscarlo, había pensado una y otra vez buscar a su padre, lo había estado buscando desde hace 3 años, ya tenía 28 años, y desde su cumpleaños número 25 había decidido localizarlo y saber la otra parte de su historia.  Al terminar, se duchó, y se vistió.  Fue a la cocina y la ventana estaba abierta, notó que algunas de sus plantas estaban en el piso, y recordó que algo la había despertado, como si una voz le hubiese llamado, así que sintió miedo, tal vez sería un ladrón, pensó, pero al tomar su teléfono para llamar a la policía, notó unas pequeñas huellas, y las siguió, allí estaba mirándola fijamente, un visitante felino, de color gris.

- Miau.

- ¡Casi me matas de un susto!, ¿Qué haces aquí?, no soy buena compañera, estoy sola como ves, así que necesitarás una mejor dueña.  

   De pronto, volvió a escuchar su nombre: ¡Paulina!

   Se asustó, miró hacia todos lados, pero no había nadie.  

- ¡Qué extraño!

   Tomó las llaves de su pequeño automóvil, agarró al gato para llevarlo a algún refugio de animales y se a hacer algunas compras, pues ya no tenía alimentos en su nevera. Agarró un trozo de papel de su mesa, suspiró, y salió. 

   Llegó a una fundación de animales rescatados y tocó varias veces, sin conseguir que nadie abriera la puerta, escuchaba perros ladrar e incluso voces de personas, pero nadie le atendió, así que mirando al gato le dijo:

- Creo que no tendrás más remedio que quedarte conmigo, pero te advierto que nadie me soporta, así que te deseo buena suerte, tal vez te aburras de mí pronto, tendrás techo y comida, pero no esperes caricias, ni expresiones de cariño, esas cursilerías no van conmigo.  Diciendo esto se subió al auto, y condujo a la dirección que tenía de su padre, luego de una enorme búsqueda, luego de muchos mensajes en Facebook, luego de muchas llamadas telefónicas, tenía la dirección de su padre en un papel y decidió ir.  Estacionada en un semáforo en rojo, escuchó que la llamaron nuevamente, bajó la ventanilla de su carro, para ver si el otro conductor era alguien conocido que la había llamado, pero no, el otro conductor ni si quiera la miraba.  Subió la ventana y le dijo al gato:

- He estado escuchando que alguien me llama desde que te conocí hoy en la mañana.

- Miauuu.

   Manejó 2 horas para llegar al destino, la casa lucía un poco abandonada, sucia, con mucha maleza en el jardín, tenía miedo, pero pasó, el timbre no servía, así que llamó a la puerta.  Abrió la puerta un hombre mayor, casi calvo, de barba blanca, con una gran panza, habría podido ponerse un disfraz de Santa Claus y le habría quedado bien el personaje.  Ella lo miró a los ojos, eran sus mismos ojos marrones claros que ella tenía también, detalló esa mirada, hasta que él dijo:

- ¿Qué quiere?

- ¿Es usted el señor Paul Lara?

- Si.

- Yo soy la hija de Andrea Montero.

   El hombre la miró de arriba abajo, con voz ronca dijo:

- Eres idéntica a tu madre.

- Si, tal vez, aunque no tengo sus ojos.

   Y se quedaron mirando como por dos minutos en silencio, mientras que a ella se le empezaban a llenar los ojos de lágrimas, pero Paulina siempre se hizo la fuerte y trataba de contenerse, las retenía.  Él le dijo:

- Pasa Paulina, es mucho lo que tenemos que hablar, es mucho lo que debo explicarte.

   Paulina sentía un nudo en la garganta, pero se llenó de valor y respiró profundo.  En ese instante volvió a escuchar que una voz le gritó: ¡Paulina!

  Ella abrió los ojos y miró hacia atrás, pero no había más nadie.

- ¿Escuchó eso?

- Si, creo que alguien te llamó.

- ¿Pudiste ver quien era?

- No, yo te estaba mirando a ti.

- Mire señor, yo sólo vine a decirle que no fue justo su abandono, que en verdad necesité sentirme segura en los brazos de un papá, que me habría gustado que me aconsejaras, me habría gustado sentirme protegida en los días de lluvia cuando temía a los relámpagos, me habría gustado llamarte papá, me habría gustado mostrarte mis pinturas, me habría gustado que me escucharas cantar, me habría gustado salir contigo al parque y reír, me habría gustado sentir tu abrazo, pero ya no lo quiero, ¿sabes por qué?, porque pude sola, sin ti, me hice fuerte aunque tu ausencia me dejó muchas grietas en las que se colaba la tristeza de vez en cuando, se colaban las dudas, la incertidumbre, yo sólo quería decirte eso.  

  Y corriendo se devolvió a su auto, él se quedó mirando cómo se iba, ella cerró la puerta y se marchó.

   En el camino estaba llorando.

   En el hospital, las enfermeras y el médico de guardia estaban alegres de haber revivido a Paulina, era muy joven para morir, al momento de resucitarla el doctor no dejaba de llamarla por su nombre, habían estudiado juntos al ser pequeños, y no podía creer que su amiga de la infancia estuviera tan mal con una fractura en el cráneo luego de un choque en la autopista.

Fin.

Escrito por:  Liliana Lizcano.

4 comentarios:

  1. Que cuento tan impresionante. Nunca pensé que terminaría así. Excelente, Lili.������������

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    1. Muchísimas gracias por visitar mi blog y leerme. Gracias por dejarme tu comentario y tu impresión sobre el cuento. Te mando un abrazo, sé siempre bienvenida a este espacio. Lili.

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  2. Un final inesperado, se me erizó la piel! Excelente Lili❤️

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    1. Muchísimas gracias por visitar mi blog y leerme. Me da gusto que hayas disfrutado la lectura. 🤗

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