domingo, 22 de septiembre de 2019

Los oídos del corazón



    Siempre me gustaron los idiomas, quería aprender nuevas palabras. A los trece años conocí a Patricia y a su familia. Ella era una joven que hacía obra social. Su hermana menor era mi amiga, Carolina. Paty buscaba ayudar a las personas con discapacidad auditiva. Logró reunir a diez personas sordas de la comunidad. Entre ellas Edith. Una excepcional mujer. Paty tuvo que ganar la confianza de la familia de Edith, para que la dejaran salir de casa. Por ser sorda, siempre la sobreprotegieron. Edith sólo conocía señas caseras, no propias para poder comunicarse con otras personas sordas, sino para comunicarse con su familia.

  En aquel entonces yo quería aprender este lenguaje tan hermoso. Fui la única de 20 personas en terminar el curso. Ya que los demás lo abandonaron por no verle mucho "beneficio" al aprenderlo. Paty y Angélica estaban encargadas de ese ministerio. Ellos recibían cursos, hacían excursiones. En fin. Con ellos aprendí el valor del silencio, de la observación. 

    Edith a pesar de ser una señora se convirtió en una gran amiga. Tuve que enseñarla a tomar el autobús para que no se perdiera y como no estudió, le daba clases para que al menos se defendiera (cuando la conocí sólo sabía escribir su nombre). Lo más difícil para ella fue tomar transporte sola. Edith era sumamente observadora. Sabía cuando alguien mentía, cuando alguien reía pero estaba triste en el fondo, sabía cuando alguien era hipócrita, sabía las mil maneras que una persona puede decir algo sintiendo otra cosa. el triple. 

    Bueno, sucedió que Paty emigró y Angelica también se fue. Yo ya estaba estudiando en la universidad. Y me buscaron para ser su intérprete cada domingo. Algo que hice a honórem por 5 años, pues entendía la importancia que tenía para mis amigos contar con alguien que pudiera interpretarles para sus reuniones eclesiásticas. Entrené a unas 15 personas en lenguaje de señas porque sabía que en algún momento yo también debía marcharme. 

    Un día Edith me compartió una inquietud, sobre un hombre, que al parecer era buena gente, y tenía de todos el aprecio y respeto. Hacía negocios en la comunidad. Él fue a USA y regresó, Edith me dijo en señas: "Su corazón ya no late igual". 

   Yo le pregunté (todo esto en lenguaje de señas).

- ¿A qué te refieres?.

Ella hace señas de un corazón sucio.

Yo le pregunto ¿Por qué?.

Ella responde:

- Sus latidos no están en sintonía con todos, ahora hay mucha maldad en él. Yo no la entendía en ese momento. Argenio parecía ser el mismo señor buena gente. Pero el tiempo le daría la razón a Edith, pues este hombre estafó a muchos. Su corazón se llenó de avaricia. Quería ser capitalista pero aplastando y robando al prójimo. Un día alguien le dijo a Edith:

- Ah ¡Eres sordo muda!. Mucho gusto.

Y me pidió que le interpretara y contestara a ese oyente:

- ¿Por qué me llamas muda sí puedo hablar con mis manos?, ¿Por qué me llamas sorda si puedo escuchar la verdad en muchos corazones? Mis oídos están en mi corazón.


“Qué importa la sordera del oído cuando la mente oye, la verdadera sordera, la incurable sordera es la de la mente”. 
(Victor Hugo)  


Lili.

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