miércoles, 30 de octubre de 2019

El Raca-raca

   Ayer las cuatro amigas de Ana volverían a visitarla, ella me había pedido que hiciera algun postre para brindarles.  Yo estaba ocupada haciendo varias cosas y dejando también arregladita la cocina, primero llegaron las de 80 y la de 84.  Noté que traían ambas un cuadernito.  Las hice pasar, y les dije que Ana estaba bañándose, al rato llegaron las otras dos, la de 70 y la de 78.

   Salió Ana, arregladita y perfumadita ya a saludar y a hablar con sus amigas:

-  Les cuento que Lili publicó un cuento de nosotras.

   Yo enseguida pelé los ojos.

- ¿Y de qué trata el cuento?. 

- Pues de lo importante del placer sexual en la tercera edad, ¿han de creer que hubo una que se alarmó?, decía que Lili no tenía ética, que era una vergüenza, que sí su abuelita hablara de esas cosas le daría mucha pena, que nosotras las viejitas no podemos hablar de intimidad. 

- Yo creo que deberían hablarnos más a las mujeres de estas cosas, por cierto trajimos los cuadernos, como nos dijiste.  

 Al ratico Ana pega un grito: 

- ¡Liliiiiiiii!, ¡Venga por favooooor!.  

   Yo voy a la sala. Y las muchachochas me preguntan: 

- En el cuento va colocar nuestros nombres, por favor.  

Pero la de 84 dijo: 

- Mi nombre no lo escribas, porque sabrán que soy yo si mis hijos leen eso, mi nombre no es nada común. A mí me colocas de apodo "Gozona".  (Y empezó a reírse de tal manera que se tuvo que acomodar la plancha, los dientes postizos pues).  

- Bueno, estaré en la cocina terminando unas cosas. 

- Si, vaya, no puede estar acá porque este tipo de conversaciones son para gente muy adulta y usted es una niñita.  

Los nombres entonces de las Muchachochas son: 

Soraida de 70.
Ana de 75.  
Carmen de 78. 
Rebeca de 80. 
Gozona de 84.   

- Bueno, ya yo salí de la tarea de la mamadita (Dijo Gozona). 

- ¡Yo también! (Dijo Soraida). 

- ¿Y ustedes Carmen y Rebeca? (Pregunta Ana). 

- Bueno yo estoy en huelga, le dije, si no mama, yo no mamo. (Dijo Carmen). 

- Me parece muy justo, (responde Ana), porque tu esposo debe dar también placer. Y ¿qué me dices tú Rebeca?. 

- Bueno mi esposo me dijo que si yo estaba loca o qué, que ya él estaba muy viejo para esas cosas. (Dijo Rebeca mientras tomaba café y pidió azúcar).  

   Voy yo a llevarles más azúcar y algunos dulces para que mojen con su café. Gozona rompe el silencio: 

- Para mí es que tú no te afeitas ahí abajo, y tienes que ponerte unos calzones donde se te vea todo el poto. 

- ¡Ave María Purísima!. Creo que eso es ya pecado. (Dijo Rebeca con indignación).  

    Todas hicieron silencio y Soraida dijo: 

- ¡Pues yo uso unos pequeñitos!...y se me ve el poto.

- ¿No te molesta eso en el culo?. (Pregunta Rebeca). 

- Bueno si, pero es que los vas a usar para esos momentos. (Le responde y levanta su dedito índice para explicar) Tu esposo necesita ayuda visual, tal vez tanto césped lo desmotiva, Rebeca, intenta afeitarte y se la muestras así. 

- ¿Y si me corto?. 

- ¡Tienes cuidado!, yo uso un espejo que pongo enfrente y me espernanco bien, si yo pude tú también, no te puedes morir sin tu mamadita, Rebeca. (Explicó Gozona). 

- Creo que debemos confesarnos con el padrecito, por culpa de estas conversaciones y estas cosas tendremos que rezar mucho, yo a todos mis hijos los hice con la luz apagada y abajo. (Dijo Rebeca, desanimada) 

- ¿Entonces cómo vas a aprender el Raca raca?. Por cierto, antes del raca raca, tienen que aprender a hacer el helicóptero. (Dijo Ana)  

    Ya en este punto de la conversación estaba yo lavando trastes que Ana tenía en la cocina, no era mi deber, pero no puedo ver trastes sucios y ella seguía inspirada hablando:  

- Para hacer el raca raca, deben aprender primero a hacer el helicóptero, ya les muestro como es, tienen que tener una mesa así como de esta altura y se abren así, luego cuando colocan a sus esposos, ven para acá Carmen, para mostrarles cómo deben hacer.  

   Yo quería lavarme las manos e ir a ver qué carrizos estaban haciendo para ver el asunto de la mesa y cómo iban a ilustrar aquello, porque yo ni sé que es el helicóptero, ni el raca raca. Pero tampoco quería quitarles la inspiración de sentirse en confianza, no sé y seguí escuchando y lavando las ollas.  

- Bueno, lo paran así al frente, las piernas deben ir así. 

- ¡Pero qué elasticidad Ana!. (Dijo Rebeca) 

- Yo hago esa vaina y me quiebro dos costillas. (Dijo Carmen) 

- ¡No!, cuando yo lo hice me dio un calambre que le dije a José: ¡para ya, para ya, que la pata se me entumeció!.  Y al principio pues si, pero es que están oxidadas, yo también, tienen que hacer estos ejercicios.  

   Y me alcé en las punticas de los pies para asomarme por arriba de la ventanita y ver qué estaba haciendo Ana, y allí estaba ella, doblándose y haciendo prácticamente ejercicios de estiramiento, como si fuera a hacer una rutina de un Gym.  

- Así que una vez que ya calentaron, se suben así a la mesa y espernancan bien, te doblas para un lado y luego para el otro, apoyando de esta manera la rodilla, y haces como si la pierna es una parabrisas, es la hélice del helicóptero, pero suave, muy suave. 

   Para ese momento yo estaba con mis ojos pulluos de semejante explicación y las demás calladas, supongo que prestando atención. 

- Ahora vamos con el Raca, raca. 

    Escucho que aplauden todas.  Me asomo y estaban anotando en cuadernitos que cada una tenía. Y yo pregunté: 

- ¿Qué anotan?. 

- Pues todo, llega una a la edad en la que las cosas se olvidan y lo importante hay que anotarlo.  (Me respondió Gozona)

- ¡Tú ya debes saber que es raca-raca!, porque es algo venezolano. (Dijo Carmen con picardía)

   Yo no sabía qué contestar, pero para no dañar la buena fama que estamos teniendo con lo que Ana dice, pues le respondí: 

- Nunca lo he intentado, es un nivel muy avanzado de nuestra cultura milenaria en sexo. 

   Y me sequé las manos y me metí en la cocina, qué va, luego iban a estarme preguntando cosas.  Resulta ser que veía a Ana mostrando lo que es el raca raca de lejos, y era una mezcla de una postura de yoga en cunclillas donde el hombre queda acostado agarrando a la mujer por la cintura, y ella de espaldas pero en esa posición de yoga y Ana dice: 

- Cuando sus esposos ya las tengan así, la cintura va a ser el volante, y la palanca de frenos ya saben dónde queda, ustedes hacen que pierdan los frenos así con este raca raca que entre los dos van a hacer, usted para abajo y el para arriba y luego a los lados. 

- Eso es complicado (dijo Soraida). 

- No, ya a la tercera vez no duelen los huesos, que los debes tener oxidados. (Responde regañándola Ana) 

- Pues creo que yo lo podría hacer, pero mi esposo no creo que se anime, un hueso roto a los 85 no se remienda fácilmente.  

- Entonces te sale que te haga el duerme feliz, allí él no hace nada pero tú si, y fortaleces las piernas. 

- ¡Eso me interesa porque a veces me duelen las rodillas!. 

   Rebeca seguía callada viendo todo y Soraida dice: 

- Rebeca, debes afeitarte y pedir, ya luego vas y te confiesas jajajajajaja. 

- ¡Pecadoras! (Dijo riendo), si, yo lo tengo que conseguir, voy a ver si lo logro esta semana.

Fin.

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